La abuela Avelina quedó viuda muy joven. Un cáncer de pulmón segó la vida de su marido, Antonio, un hombre de campo muy trabajador.
La nueva situación diezmó considerablemente los ingresos de la buena mujer, empujada a una vida humilde y austera.
Nunca salió del pueblo de viaje. Ni en las fiestas de guardar volvió al baile ni a los bares. Su universo se redujo a la casa y a la puerta , donde pegaba la hebra con vecinas y amigas. En el cotanillo se peinaban unas a otras moños y trenzas con horquillas y peinas , se remendaba la ropa, se cosía, se bordaba y se desgranaban las mazorcas.
Siempre la vimos de luto, vestida con largas sayas , toquilla y mandil, en cuyos bolsillos siempre tenía algo para comer: nueces, castañas e incluso un mendrugo de pan con morcilla.
Cocinaba en la lumbre de la chimenea, donde siempre hervía un humilde puchero .
Subsistía de una exigua pensión no contributiva, pues nunca le alcanzó el dinero para pagar el subsidio.
Pese a la sencillez en que discurrían sus días, parecía feliz. Lucía,rozagante , sus mejillas sonrosadas y las gentes apreciaban su bonhomía.
- ¿ Qué quieres, hija? - le preguntaba a su nieta cuando iba a visitarla.
- Un tomate rajado ,con aceite y sal- le contestaba la nieta, a sabiendas de que poco más podía darle su abuela.
- ¡ Con qué poco se conforma esta nieta mía, que está más alta cada día! Igual que un castillo, hija. Igual que un castillo...
Y la niña degustaba el tomate de la huerta que le sabía a gloria, mientras la abuela sonreía satisfecha.
Otros día obsequiaba a la pequeña con un trozo de morcilla de sangre que una vecina vendía por las calles( ¡ Morcilla caliente! - coreaba a voz en grito tía Victoria)o con un helado casero de Francis, otra mujer de la localidad, que con ello se sacaba unas pesetillas.
Su abuela nunca le regaló nada por su cumpleaños, ni por Reyes ni por su Comunión. Pero en la memoria de la nieta persisten los genuinos sabores del tomate casero, de la morcilla y del helado de leche y azúcar.
La posguerra, que vivieron de jóvenes pues nacieron en los albores del siglo XX , hizo de la generación de la abuela Avelina un prototipo de mujeres austeras, recias y dichosas en la escasez.
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