Por esas cosas del destino la persona que una vez dijo: "Estoy bien mamá; no te preocupes", leyó por casualidad esta frase en uno de mis cuentos y una vez que coincidimos en la misma consulta médica, furiosa, fue a mi encuentro. 
“Es una frase baladí”, le dije, que pudo decirla cualquiera persona en cualquier momento, en todo idioma y en cualquier lugar del mundo civilizado. Pero insistió en que ella había sido la inspiración del relato y pretendía que se la reconociera como tal. Me señaló que tenia pruebas de que yo había efectivamente escuchado sus palabras un día X en la clínica e incluso me dio el nombre del neurólogo conocido por mi a quien ella había ido a ver para que la atendiera por un tema de deja vu recurrentes. 
"Estuvimos juntos a la espera de la atención del medico cuando debí pararme de mi asiento y pronunciar las palabras que usted señor ha escrito", relató. 
“Pero son palabras muy irrelevantes”, le insistí. “Pero no para mí”, me retruca. "Usted, mi señor es un impostor y ladrón de palabras célebres".
En ese momento se levantó y contestó su teléfono móvil: "Estoy bien mamá, no te preocupes que a este caballero lo pongo en su lugar", indicó mirándome fijamente.
"Así terminaron mis palabras, pero claro usted no las escuchó pues tenía puestos sus audífonos" y dándome un manotazo me los arranca y huye de la consulta. En eso escucho mi nombre. Artur Estay, box numero siete, al fondo del pasillo. Era el neurólogo quien me llamaba.