REGALO



No era, nunca fue una persona que guardara rencores. En aquellas fechas lo sería menos. Así que dio por terminado todo lo relacionado con la acalorada discusión con su vecino motivada por cuestiones baladíes. Además esa noche era de Navidad, a qué tanto disgusto. Por el medio día recibió llamada de su vecino quien le comunicaba que se iba del vecindario para siempre y que le enviaba un regalo de Navidad y de desagravio. Estaba por agradecer el gesto pero el vecino colgó el auricular, ella no dio más importancia al asunto pues era más urgente preparar la cena para la familia y para su hijo Antonio que regresaba de una ausencia de muchos años.

Al atardecer alguien llamó a la puerta, era un mensajero que le entregó una caja de regular tamaño adornada para regalo. Ella la colocó debajo del enorme pino navideño y continuó con el trajín de preparar la reunión familiar en medio de la inquietud por la demora de la llegada de su hijo Antonio.

Por la noche en medio de la algarabía, brindis y risas llegó el momento de abrir los obsequios. Uno a uno se fueron develando las manifestaciones de cariño fraterno de aquel grupo. Hubo de todo y para todos, por supuesto no faltaron los presentes reciclados. Solo quedaba por abrir aquella caja que alguien llevó y que no tenía visible el nombre del destinatario. –Ah, esa me la envió el vecino como despedida- Dijo la mujer con una sonrisa forzada.

- ¡Qué la abra, que la abra, que la abra! Se oyó la cantaleta.

La mujer sin ninguna prisa, con desgano abrió la caja y al mirar el contenido quedó petrificada y los familiares enmudecieron al verlo…

¡Era la cabeza cercenada de Antonio!