Entrando.
(Gentes para salir y gentes para entrar).

Pretendía para salir y ante la manifiesta negativa me tuve que conformar con que me quisieran sólo para entrar.
Ya me había pasado en otra ocasión, con lo que tampoco me sorprendió mucho. Quiero decir que en lugar de coger un berrinche, lo clasifiqué en categorías sociológicas, apartado “afectos desafectados” o “afectos y desafectos”.
Y es que- lo tuve finalmente que reconocer- la experiencia, como los viajes, relativizan mucho las cosas.
Me había pasado hacía bastante tiempo atrás. Alrededor de diez años atrás, con lo que tuve que estar ojo avizor para identificar la situación.
Aquel tenue sol invernal entraba por el ventanal. Algo me decía que todo lo demás era una emboscada. Esto es, que lo único real era que el sol siguiera ahí.
Aquel día había oído algo bastante gracioso.
- A ver si no vamos a poder ni tomar el sol los pobres- decía airadamente un señor; no sé en mitad de qué discusión.

Y llevaba razón. Del mismo género que la mía. A ver si no iba uno a servir ni siquiera para entrar- me planteaba interrogativamente, como aquel buen señor.

La táctica consistía en apostarse junto a la puerta y cuando venía la señorita (de vuelta de salir con otro), aprovechar la ocasión, y, al menos, acompañarla a entrar.
A eso lo llamaba yo “entrar”. Estaba entrando, por aquel tiempo, con unas cinco a la vez. Entrar sin pasar de la puerta, pero entrar. Y ello hasta el punto de necesitar una agenda para poder llevar a buen fin aquellas gestiones.
En casa- todavía vivía con mis padres- me veían atareado y feliz. Se barruntaban- erróneamente- que había conocido a alguna chica, pero tampoco le iban muy a la zaga en sus lucubraciones.
Con entrar me conformaba. Algo para llevarme a la vejez para confortarme. Recuerdos que para tales años tendrían valor oro. Recuerdos que para tales tiempos adquirirían el valor del preciado mineral.
Y es que uno- no demasiado afortunado en amores- era portador de un bagaje filosófico considerable.
Una cosa llevaría a la otra y aquel cuadro, en principio defectual, no sería difícil que pudiera cambiar.