Solo un par de letras.
Alcanzar la noche que empuja al día siguiente nunca me importó, siempre vi el amanecer desde mi cielo, desde mi alegría, desde mis noches de insomnio, desde la última primavera que viví al lado de aquel hombre guapo al que le gustaba mucho leer.
Caminando encontré mucha sabiduría, encontré mucha gente pobre que le gustaba compartir lo poco que tenían, pilotos que se detenían y me preguntaban a donde iba, hubo uno que me preguntó si estaba perdido, le contesté que sí, pero que ya sabía para donde iba.
Recuerdo con ternura a aquella señora canosa en Retalhuleu que se me quedo mirando detenidamente y cuando ya me había alejado unos treinta metros de ella, me grito y me pidió que volviera, me preparo unas viandas y me dijo; “A donde vayas, que la buena suerte te acompañe” le bese la mano y seguí caminando.
También, recuerdo al hombre viejo que platicaba conmigo por las tardes contándome mil anécdotas atestadas de sabiduría, de él aprendí mucho sobre la paciencia y la tolerancia, sobre el arte de enamorar a las féminas y sobre como llora el corazón cuando se enamora y no le corresponden.
Por eso… alcanzar la noche es para mí el esfuerzo del día, para que la luna, enamoré al poeta y siga cantando con placer del amor a la vida, el camino aún no se termina, se ve llano y despejado, el autostop ya no sirve, es mejor avanzar, aunque los pies duelan y los zapatos se hayan roto.
Un beso a mis viejos, a mis hijos, a mis hermanos y a toda esa gente buena que se cruzó en mi camino… ya casi no pesa la mochila, allá, en el último río que crucé deje otro poco de lastre. |