Hace unos días, terminé de leer “La dependienta”, de Sayaka Murata. ¿Qué hacer cuando no piensas ni actúas como la gente “normal” y te dicen que eres rara? ¿Cómo llegar a la normalidad si para ti la forma de actuar y decidir es la que está en tu naturaleza? Entonces se hace indispensable fingir, hacerle creer a los demás que piensas más o menos como ellos y que parezca que te has alineado a lo que se supone correcto. Hay que imitar de alguna manera lo que los otros hacen y cómo lo hacen: gestos, actitudes, tono de voz, actividades cotidianas; porque si no lo haces vas a quedarte más sola que un perro callejero y todos estarán metiéndose contigo y con tu vida para criticarte, denigrarte, hacerte ver que por el camino que transitas no llegarás a ninguna parte porque estás equivocada y todos los demás tienen la razón. De seguir así sólo encontrarás la soledad.
Con un trabajo por horas en una tienda de conveniencia, Keiko Furakura ha logrado ocultarse para protegerse de una sociedad que la señala como extraña, como bicho raro. Las actividades, la rutina, el manual de instrucciones para atender a los clientes sin salirse de lo ahí estipulado, han llegado a salvarla, porque a través de ellos sabe ahora como conducirse sin que la tilden de rara o extravagante. Lo malo es que no va a poder esconderse así toda la vida. ¿O sí?... En teoría, ella debería tener novio, casarse, buscar un trabajo estable de horario completo y no por horas, que le permitiera crecer y desarrollarse como la demás gente. Pero Keiko sólo ha aprendido a ser eficiente, indispensable y apreciada, siguiendo con diligencia e interés las necesidades de la tienda donde trabaja, fingiendo acomodarse a las ideas de las personas que la rodean: familia, amigos, compañeros de trabajo. ¿Qué hará ella?...
Una novela breve e interesante la de Sayaka Murata, su décima novela, de allá por el dos mil dieciséis. No pretendo contar más ni adelantar otros detalles; pero la vida, la gente, la sociedad son así, nos mantienen atrapados con sus reglas, prejuicios, necedades; para sobrevivir se hace necesario seguir al rebaño, agachar la cabeza como borrego y no opinar diferente.
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