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Inicio / Cuenteros Locales / Abunayelma / CAFÉ, MEDIALUNAS Y ALGO MÁS...(obrita en dos actos)

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Apreciados amigos de la pluma:
Compartimos nuestro primer texto teatral, el cual hace tiempo dimos a luz, pero descansaba en archivos abrumados por otros; con sorpresa y entusiasmo lo desempolvamos y... lo presentamos... ojalá sientan igual alegría que nosotros experimentamos al escribirlo. Es un placer para nosotros realizar una obra compartida en amistad, donde la distancia no fue impedimento para lograrlo.



María de los Angeles - Beto

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Descripción de los personajes principales:

ELLA
Georgetta de origen itálico, soltera ha llegado a una edad donde solo depende de sus ganas de hacer. Se siente artista y siempre va con mochila, donde porta cámara, cuaderno de bocetos y lápices de toda índole... Suele instalarse en el lugar cuando el sol desparrama sus primeros hilos o cuando el cielo los recoge convertidos en magentas y naranjas profundos. Viste informal y la cabellera juega con el viento con gracia y mostrando algunos signos plateados. Detallista y amante de todas las criaturas del universo.

EL
Don Volf, hombre con años tras el mostrador; conocedor de los gustos de sus parroquianos, no son clientes son amigos; su mirada bonachona y un tanto pícara, le permite socavar, sin siquiera pronunciar vocablo, pequeñas intrigas. Su voz pausada invita al diálogo, es más, una sensación de tranquilidad invade a su interlocutor, al intercambiar sus vivencias, dudas o esas cosas que sólo con amigos se hablan. De cuerpo grande, que sólo su presencia implica respeto.

Descripción del escenario

Los cortinados del escenario están abiertos. En el fondo, ocupando todo el largo de la pared, hay un típico mostrador de café de barrio, en el costado derecho, dos campanas, aparentemente de plástico, que se usan para proteger las masas y sándwiches; en el medio, una cantidad de tazas para los cafecitos, y rodeando, como cuidándola, una brillante máquina expreso. En el costado izquierdo del bar, una larga mesa. En el resto del espacio, desparramadas unas cuantas mesitas diminutas, características de los cafés, sillas acompañándolas.
Al costado derecho, debajo de las ventanas, unas mesas para cuatro; manteles de flores apenas las cubrían, un pequeño florero, con un clavel de plástico, daba el toque romántico. Al acercarse la hora fijada, comienza a escucharse una melodía suave de música de ascensores; la tenue luz que alumbra el escenario va paulatinamente aumentando, mientras hacen su aparición los actores, ubicándose en sus puestos. El dueño o encargado del bar, Don Volf, a juzgar por su delantal negro, entra, (por una bambalina izquierda, al final del mostrador. Ocupa su lugar detrás del mostrador y comienza a repasar los vasos. Una pareja de jóvenes, todo abrazaditos, entrarán encaminándose hacia una de las mesas con ventanas, la más alejada de los espectadores. Dos empleados, en apariencia por sus portafolios, aparecen y se paran frente al mostrador, de espaldas al público. Un viejo, con su amigo el bastón, hace su entrada lentamente, mira a derecha e izquierda, elige la mesita del centro, se siente y comienza a hojear un diario. Tres muchachos, treintones, aparecen en escena riéndose, se sientan en la mesa larga, continuando con sus conversaciones, como ignorando el mundo que los rodeaba.
A esta altura, la música ha aumentado su volumen, el vapor emana como corresponde de la máquina expreso, y toda la escena, ahora completamente iluminada, cobra vida.

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Primer acto



Sacudiendo el cabello que parece bordado de cuarzos y tratando de cerrar el paraguas, Georgetta atraviesa la acristalada puerta y dice con la mejor de sus sonrisas

-¡Hola buona giornatta mi estimado Don Volf espero que la lluvia no se haya infiltrado en mi mochila arruinando la cámara y la carpeta de bocetos!- Lo dice mirando alternativamente al hombre que le devuelve la sonrisa y a la ventana, que le entrega la visión de un cielo vestido con chal de plata y delicada cortina de lluvia.
Al verla llegar y escucharla, Don Volf, sale de su escondite, el bendito mostrador.

-Buongiorno signora poeta, como dicen ustedes, no debería haber salido con este tiempo...- y acercándose agrega- ¿La ayudo en algo?

-Si! por favor un submarino y dos medias lunas, hoy desayunaré en la mesa siete y quiero recomendarle que vea la Feria del libro - Lo dice desde una cascada de risa cómplice, mirando por la ventana que permite ver el paisaje y que arropa algunas macetas rebosantes de flores.

-Por lo visto el tiempito húmedo le abrió el apetito, bien, bien, tome asiento donde mejor crea que le llegará su musa- Esboza una pícara sonrisa y da media vuelta en camino a su mostrador, mientras balbucea, -Feria del libro... no me acuerdo de eso, ¿que me quiso insinuar?, difícil entender a las mujeres, y menos a las poetas, bahhhh.... dice ubicándose detrás del despacho moviéndose de lado a lado, ocupándose de sus cosas.

Georgetta llega a su mesa elegida para el día y comienza a acomodarse. A los escasos minutos, mientras el servicial patrón, coloca un expreso sobre la mesa del viejo del bastón, le dice en voz baja:

-Dígame, amigazo, ¿usted entiende a las mujeres?- El susodicho, aparta la vista del diario, lo mira un poco asombrado y otro poco molesto y sin pronunciar vocablo, vuelve a ocuparse de lo publicado en el diario.

Al rato se acerca Don Volf, trayendo a la mesa de nuestra poetisa lo pedido; el humeante chocolate mezclado con el aroma de las facturas fresquitas, son un buen inicio para el acostumbrado ir y venir del diálogo entre estas dos personas; estos dos mundos que un día, por esas cosas sin explicación, comenzaron a escucharse, explicar e intercambiar ideas, que no siempre son entendidas, a veces por ella y muchas veces por él.

-Una pregunta, estimada señorita, y ante todo disculpa por la indiscreción pero... ¿cómo se le ocurre qué escribir?

-Hummmmmm muchas cosas, puede ser este exquisito aroma que despierta mis sentidos -Dice oliendo el vaho que se levanta desde el precioso recipiente de cristal y mirando golosa a las medialunas - Mire amigo, para los creativos nato, todo puede ser motivante -Recalcando con cierto gesto de soberbia- Recuerde que soy fotógrafa y artista plástica.

-O sea que, es cuestión de mirar, o mejor dicho observar algo y ¡zazzzz! aparece una hada buena y le dicta lo que escribir, vea usted y yo me lo imaginaba tan complicado; entonces la cuestión es tener buenos contactos, como en los negocios; también a mí, le diré, que de tanto en tanto al escuchar comentarios de alguno de mis amigos, sobre alguna posible inversión, que pudiera llegar a ser rentable, presto mucho atención, "observo", usted me capta, ¿verdad?, y más de una vez resulto ganador. Y ya que en estas estamos, ¿le puedo pedir un consejito?

-Ja, ja, ja...que agradable resulta conversar con usted, dele, cuénteme será un placer.

El patrón, pide permiso y se sienta enfrente de Georgetta y casi a media voz se dejó escuchar:

-El próximo sábado tendré mi primera cita con una dama, dudo que presente llevar, ¿que me sugiere?

La saeta de la curiosidad se anida en las pupilas de la mujer que brillan ahora como esmeraldas sumergidas en el río y acomodándose más cercana a Don Volf le contesta casi en susurro y en tono cómplice, preservando el diálogo de los demás parroquianos.

-No me imaginaba esta situación que por otra parte me pone feliz, siempre pensé que debía modificar su vida afectiva, bueno pero vayamos a la respuesta, amigo mio, claro que que las mujeres somos insólitas en las reacciones, pero trataré de ser breve y eficaz Perfume si conoce cual usa; flores exóticas o rosas rojas si su dama es pasional o blancas si es etérea y aniñada; si muestra aires principescos y la quiere impresionar, una joya delicada pero engarzada en oro con algún diamante; si tiene buena figura, arriésguese con una bella prenda, evite los pañuelos, traen mala suerte en las relaciones o bombones si no está molesta con su peso.

-El escucharla ya me valió el día, ¡que lindo saber expresar lo que uno siente! ¿verdad? y usted, mi clienta preferida, es experta en eso de compartir sus opiniones, lo cual ya lo he comprobado.

Se recuesta un poco sobre la silla, y mientras los dedos de su diestra juegan sobre la mesa, dirige la mirada hacia el exterior del Bar, y como pensando en voz alta: -¿Perfume? no me animo, es muy personal...dudo con las flores ¿pasional? ¿aniñada? hummm....una joya me resulta buena inversión, cumple dos funciones...bombones aunque finos, es demasiado cursi, ¿pañuelos? nooo-
Se levanta agradeciendo con suma cortesía, y se aleja de la mesa, con paso lento, parecería que murmura algo entre dientes, inclusive mueve un poco su cabeza de lado a lado, sin duda cavilando.

Georgeta lo sigue con la mirada entre perpleja e interrogante y sacando la cámara se levanta y camina hacia la ventana donde aun las gotas atrapan universos de color. Mientras busca ángulo para las tomas, murmura, - Fue cortés en su respuesta pero no lo convencí, bueno al menos lo hice pensar en posibilidades- Ajusta posición y empieza a retratar la belleza agrisada y de cristal que la lluvia le ofrece de regalo a los sentidos.

Mientras permanece enfrascada en sus quehaceres artísticos, todo en el Bar continúa con normalidad.
Se ve a don Volf llegar con una bandeja a la mesa de los muchachos y repartir a cada uno su pedido, intercambia unas palabras con ellos y vuelve a su mostrador. A los pocos instantes, sale de allí y se dirige a la mesa de la parejita de tórtolos enamorados llevando dos tazas.
Escucha la dulce voz que lo llama desde la mesa siete y ni lerdo ni perezoso, para allí se encamina.

-¿Que se le ofrece, estimada? ¿Otra facturita, tal vez?

-No, por favor ¿Tendrá con que sacarle punta a este lápiz que acabo de destrozar?- , Dice con una sonrisa tímida y una actitud suplicante.

-Faltaría más- Toma el lápiz y agrega -En unos minutitos vuelvo, no se me vaya, eh!!- y con paso rápido se dirige al mostrador.

Se lo ve atendiendo y conversando con los empleados sentados frente al mostrador, éstos entornan sus cabezas y arrojan un delicado vistazo hacia las ventanas, y rápidamente vuelven a conversar con don Volf, como despistando lo ocurrido.
Dio la casualidad que Georgetta está precisamente mirando para el mostrador y capta aquellas miradas curiosas.
Al volver con el lápiz, don Volf, se percató que su admirada poeta, estaba recolectando sus pertenencias, como preparándose para abandonar el Bar.

-¿Que ha ocurrido, temprano nos deja hoy? ¿Se siente bien?

-No, no, quiero sacar una instantánea del brillo que desprendían los ojos de los empleados al mirar hacia la ventana, creí encontrar diamantes en sus respuestas, pero no las pude tomar y preparaba de nuevo el lugar para seguir dibujando cuando el lápiz llegara- Lo dice con la mejor sonrisa, que por supuesto no convence al hombre.
El viejo zorro, la mira de soslayo, esboza una esforzada sonrisa y dice, mirando hacia la ventana:

-No quiere aclarar allí afuera, está tan gris como aquí dentro- Y como esperando respuesta, se mantiene firme pero ahora mirando directamente a los ojos de la poeta.

-Su visión amigo mío es certera, pero cuando interviene en el agrisado ambiente la picardía o vuela la intriga, le aseguro las pupilas despiden un destello especial. ¿No lo ha notado quizás?- Dice reteniendo la mirada con intensidad de gacela acosada por el vendaval.

-Declino ante su superioridad verbal, ni siquiera intento igualarme; al igual que una simpática ardillita, no escatima rapidez para escabullirse entre sus capciosos vocablos poéticos. La dejo con sus quehaceres, mucho más valiosos que mi humilde profesión, de la cual no mucho me enorgullezco pero...¡¡Cest la vie!!- da una palmadita en el hombro de la artista, y retorna a su escondite.

La mujer titubea ante la inesperada respuesta que recibe entre incrédula y sorprendida,

-No, no es así, me parece que ha interpretado mal- Pero su voz se apaga en el recinto ya agobiado de parroquianos y voces....por unos instantes queda pivoteando en esa marea, respira, se distiende, sonríe y se dice...-Algo pasó, seguiré en mi tarea y cuando la geografía humana lo permita, volveré a hablar con don Volf, nuestra amistad bien merece la aclaración.

Las luces del escenario paulatinamente disminuyen la intensidad; acostumbrada señal de que simboliza la finalización del primer acto.

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SEGUNDO ACTO


Se enciende un cenital que apunta sólo a la mesa siete, el resto en penumbra. Por ello se deduce han pasado algunas horas, ha cesado la lluvia y algunas estrellas se reflejan en el ventanal y se perpetúan en las botellas.
Ambos, Georgetta y don Volf muestran algarabía aunque el rimmel de ella denota el paso de las horas y seguramente algún recuerdo contado bañó con agua salobre a sus mejillas.

-Menos mal que se me ocurrió irme y volver, pues esto me dió la oportunidad de que aclaráramos y que nuestras conciencias quedaran tranquilas- Dice la mujer con evidente alivio.
El escenario ya está a plena luz y muestra algunos clientes en espera de ser atendidos.

-Debo atender a mis parroquianos, con gusto continuaría conversando, siempre queda algo por conocer de su persona, en cualquier momentito libre me acerco, sepa disculpar...- Le regala una pronunciada sonrisa y sin esperar acuso de recibo enfila para el mostrador.
Georgetta va a sacar la cámara cuando se le acerca Juan, un argentino también frecuente del lugar; hombre de mediana edad y con típico andar y decir de su país. Con un gesto grandilocuente, le acerca un pimpollo envuelto en celofán, sacándose el sombrero expresa:

-Buenas noches pebeta ¿Que ha pasado que andás tan tarde por aquí? ¿O es que acaso ha quedado abierto el portal del cielo y una bella virgen ha salido a ver a los mortales?- Lo dice entre galante y sobrador.

Georgetta sorprendida, toma la flor, la huele y sin saber que decir, hace un gesto invitándolo a sentarse. Está confundida, ha sido un largo día y aún no ha podido crear nada y además deseaba partir. Ya sentado, el hombre sigue su pretendido avance tarareando un tango casi en susurro y con evidente accionar de conquista.

Don Volf advierte la situación.
A los escasos minutos, el servicial dueño de casa, se presenta frente a la mesa en cuestión, y, mientras deja una taza sobre ella, dice:

-Aquí le traigo lo que pidió señorita- Y encarando bien de cerca al fulano, agrega:

-Y vos, Juan Tenorio, que haces a estas altas horas de la noche por aquí, otra vez tu señora te puso de patitas en la calle, ¿eh?- Y antes que el acusado alcance a abrir la boca para contestar, le pone una mano sobre el hombro como ayudándolo a levantarse, y medio sonriendo, medio ofuscado continúa:

-¡Vamos!, dejemos de molestar a la señorita, acompañáme al mostrador y allí me cuentas sobre tus rencillas matrimoniales, siempre me gusta escucharlas, son muy graciosas, vamos...- Y casi empujándolo lo lleva para el estrado.

Georgetta, con premura y con gesto evidente de alivio, acerca la taza humeante, sumerge la cuchara y con calma empieza a enfriar el líquido, exhalando lentamente, termina de aflojarse y se dice -Menos mal que esta pesadilla terminó pronto, además -ya con una sonrisa completa -No sabía los pormenores de la vida de este sujeto, bueno siempre se aprende algo nuevo.
De inmediato saca el blog de apuntes y empieza a bosquejar lo que acaba de vivir.

Es posible apreciar y por supuesto escuchar, desde todo el recinto del Bar, en que forma el dueño del lugar discute acaloradamente con Juan; en un momento, entre las acusaciones del primero y las disculpas del segundo, don Volf se dirige hasta la puerta del Bar, que da hacia el exterior, la abre bruscamente de par en par, levanta una mano indicando la calle, y con su vozarrón dictamina:

-¡Fuera de mi Bar, Juan! y espero no verte por mucho tiempo por aquí, hasta tanto no sepas comportarte como un hombre respetuoso,¡¡¡YA MISMO!!!
De más está decir, que el susodicho, con la cabeza media gacha, como escondiéndola entre sus hombros, sale apresurado, para evitar una segunda invitación del enervado patrón. Todos los presentes, sin excepción, quedan asombrados por el suceso, se escuchan murmuraciones entre ellos, dentro de un impuesto silencio general.
Después de sacar al sujeto, don Volf, cierra la puerta, se encamina hacia su puesto de trabajo, y exclama, en voz alta:
-¡¡Todas las consumiciones a cuenta de la casa!!

El silencio se rompe con un aplauso y risas generalizadas, la tormenta ha pasado y la cordialidad ha regresado.
Georgetta se levanta presurosa con su cámara y pide estrepitosamente que le permitan sacar algunas fotos.

-¡Claro, es un momento histórico!- dicen al unísono una pareja de enamorados. Con amabilidad, accede a tomarles una imagen en el momento que se besan apasionadamente.

Unos muchachotes, llenos de energía propia de la edad, entusiasmados por la espontánea fiesta, rodean a don Volf, y piden eufóricos, una foto para la posteridad.
Y allí va la fotógrafa que apresura a captar la naturalidad de la escena.

Entra al Bar el viejito del bastón; se nota su lógico asombro ante el bullicio reinante, situación inexplicable pues aquel lugar representa un refugio, para él y para la mayoría de los consecuentes clientes del lugar, allí gozan de paz y tranquilidad, que los aísla de la estremecedora vida exterior con sus estallidos y griteríos propios de la calle.
No arriesga pasos y en vez de dirigirse a su mesa habitual, busca cambiar unas palabras con don Volf; éste, muy ocupado en distribuir los pedidos de los clientes, no se percata de su entrada, y menos de que trata de hablar con él; por lo tanto desiste de su propósito y decide retirarse, no se acomoda a esta nueva fisonomía. Antes de salir, y con medio cuerpo ya fuera, entorna la mirada hacia el interior y musita entre dientes -Que lástima, necesitaré buscar otro Bar...

Mariquiña, una mozuela española que de vez en cuando suele darse una vuelta por el lugar, justo va entrando y se percata, por el gesto del personaje saliente, que algo lo ha molestado, detiene su entrada y lo sigue, lo hace motivada por el recuerdo de su abuelo a quien tanto ama.

Adentro el jolgorio se hace más palpable.
Pasa un tiempo y deciden entrar, hay luminosidad en ambos integrándose ya sin problemas y se sientan en la mesa veinte, al hacerlo, la niña llama a Georgetta con un gesto y una picara guiñada le dice:

-¡Pues sí, sácanos a ambos festejando este encuentro!, hemos hablado fuera y mira, hemos fraternizado luego de algunos intercambios de palabras y por supuesto le he dado, el "certificado" de abuelo por elección y él me ha recibido como su "nieta" por idéntico motivo, lo vi tan enfadado al salir, que decidí seguirlo para ver que le pasaba, y bueno este es el resultado- Enfatizando las palabras cuajadas de ternura.

Vuelve a su mesa-refugio, se sienta, deja su máquina y toma la carpeta de apuntes. Durante unos minutos, escribe y escribe; queda como aislada de la algarabía reinante. Se levanta, toma la estampadora de imágenes y con pasitos rápidos llega hasta el mostrador; se ve como habla con unos de los muchachos y le entrega la máquina fotográfica; luego llama a don Volf, que se lo ve muy atareado en medio de sus idas y venidas atendiendo a sus clientes.

-Don Volf, ¿me permite molestarlo un segundito?, deseo entregarle esta pequeña nota- y en el momento que pone en su mano un trozo de papel, son sorprendidos por un potente flash.

-Lo logré -, dice con suma satisfacción el joven, convertido en flamante ayudante de fotógrafo.

-Espero que haya salido bien, señorita.

-Yo también así lo espero, tendré una buen recuerdo de una hermosa fiesta y de un caballero de verdad- dice la española.

Las luces se van apagando, poco a poco los parroquianos van abandonando el lugar, también la música se va disipando a medida que cae el telón.


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Georgetta: María de los Angeles Roccato (Argentina)
Don Volf: Beto Brom (Israel)



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*Registrado, Safecreative N° 1305095080265















Texto agregado el 04-12-2019, y leído por 159 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
04-12-2019 Muy bueno. Por momentos ( aunque la historia se desarrolla en otra cultura ) me sentí como leyendo un viejo cuento de Chejov. Felicitaciones. Marcelo_Arrizabalaga
04-12-2019 Felicitaciones a los dos, me encantó todo lo leído, amen de haberme sentido en dicho bar y haber vivido como si lo estuviera viendo cada escena. Saludos a ambos ***** ome
 
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