Una rama.


La rama seca del árbol cruje y se estremece zarandeada por el viento que la golpea inclemente. La rama seca del árbol despojada del verdor del follaje ya no recuerda que fue parte de la algarabía del paisaje.

También ya olvidó en la maraña del tiempo haber sido inocente pizarra donde grabaron dos enamorados un corazón sangrante como elocuente mensaje. La rama seca del árbol que creció frondoso en el bosque, tampoco recuerda cuando de ella pendía un columpio, donde un hombre canoso mecía cariñoso a un niño y que ese niño años después, conteniendo el llanto regresó al enmohecido columpio a mecer a otro niño que era un encanto.

¡Qué suerte de aquella rama seca del árbol! De haber sido mudo testigo en un atardecer lejano, cuando una bella muchacha aturdida de caricias entregó sus preciadas primicias.

¡Ah la rama seca del árbol! Ya no tiene hojas ni retoños nuevos, solo se mantiene en lo alto para albergar aquel nido donde las aves colocaron sus huevos.