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"Es preciso que vengas ahora"-le dijo.
Sin mayor demora dejó su casa y se alejó corriendo para atender el requerimiento de su jefe, quien lo necesitaba para algún asunto urgente, sin duda, pues de lo contrario no hubiese perdido el tiempo llamándolo, con lo ocupado que era.
No era costumbre de su jefe llamarlo fuera del horario de trabajo y menos en momentos en que muchos ya comenzaban a dormir. El, al atender la llamada trataba de no dar muestras de pereza, sino que se mostraba dispuesto a dar su consentimiento con la mejor de las voces.
Llegó a la casa del hombre, quien lo esperaba ante la puerta. Dentro estaba prendida sólo la luz del living.
Apenas se acercó a su jefe,´le estiró la mano, que no fue aceptada.
Bueno, pensó, lo de estirar la mano era una convención y el no recibir el saludo otra, así que no sintió mayor escozor. Sólo lo hubiera resentido si el jefe le hubiera reprochado que no se la hubiera tendido al llegar como deben hacerlo los subalternos.

- Buenas noches-dijo.
- Buenas noches jefe, dígame-
Pensó en decirle, para qué me llama, pero ello contenía una crítica implícita. en cambio el simple "dígame" significaba estoy a sus ordenes, mande aun cuando a último momento sintió que no fue de todas manera la mejor respuesta pues de alguna manera le daba algo así como una orden: Dígame", esto es: "Ya pues hable, me has sacado de mi casa y ahora te quedas callado", pero con tono pusilánime y mirándolo tímidamente trató de desdibujar cualquier matiz impropio en las palabras de un subalterno, pues sólo un empleado incapaz podría decir una palabra como aquella que fuera y sonara tan dura, a no ser que tuviera mucha confianza en el jefe, lo cual no era su caso.

"Escúchame"-replicó el jefe. Con esto intuyó que aquel que tenía enfrente de sí había calibrado su palabra casi como una ofensa y ahora quería pasar a la delantera, actuar como sólo puede hacerlo quien en pleno ejercicio de la autoridad puede hacerlo con alguien que considera inferior.
Las cosas no marchaban bien y sentía que tenía las de perder con aquel hombre que le había dado un trabajo, el sueldo, su estabilidad social, familiar y en resumidas cuentas lo que era hasta ahora, incluyendo lo que en ocasiones se criticaba, un tipo esclavizado por justamente lo que había pensado, un puesto y dinero para mantener a los suyos.

- Estuve pensando su caso, sabe y creo que mañana lo despediré. Usted dirá porqué lo despido. Creo que no hay razón alguna o pueden haber muchas razones.
- Pero señor, de qué se trata esto, me quiere tomar el pelo.
- Mira, ahora sí que lo decidí. Podías haber reclamado derechos personales familiares, la crianza de los niños, del perro, lo que fuera, pero desacreditarme, eso no está bien. No hay caso contigo., Eres un buen empleado, de hecho eres el mejor, pero necesitaba ponerte a prueba pues pensaba en un ascenso para ti y he aquí que llegas dándome una instrucción y luego me criticas gratuitamente como si yo jugara con las personas. Imagínate, ahora yo puedo creer que tú eres capaz de cualquier cosa conmigo.
En ese momento sacó un revolver y lo conminó a que se fuera, pues de lo contrario llamaría a la policía.
- Señor, pero....
- Me llamas señor todavía. Tú no tienes clase, eres un pobre diablo. llamar señor a quien te ha sacado de tu casa a esta hora, a quien te ha despedido. Por favor no tienes honor, ya lo había percibido
-Cómo podría hacer yo una cosa como esa?
-¿Qué?, a ver.
- Atacarlo.
- Ves lo has pensado, sabía que no podía confiar en ti. Sabes, déjame en paz.
- No se preocupe
- Ya basta de adularme, no te das cuenta de que te he despedido?.

Cerró la puerta y apagó la luz.
El empleado llegó hasta su casa y al poco rato contestó una llamada. Era su jefe o mejor dicho su ex jefe que lo llamaba a su hogar. Partió inmediatamente hacia allá.
Qué le digo, pensaba. Cómo saludarlo. Trataría de ser cortés, pues de ello dependía la resolución que se adoptara, ya que seguramente había decidido echar pie atrás. Sí, su jefe sonreiría, pensaba, le había querido jugar una broma. Pero su jefe no era bromista. Bueno quizás estaba en un día malo y quería disculparse. Llegó a la puerta. Su jefe lo esperaba.

- Sabes-le dijo- No debiste venir. Primero estás despedido, segundo te traté de la peor forma; actúas como un imbécil y te arruiné tu pequeña vida de empleado de tercera o cuarta. Cierto que te di confianza, pero esta noche la has malgastado. Si no hubieras contestado el teléfono, si no tuvieras la maldita costumbre de responder a deshoras pensando ¿será mi jefe?", hubiera llamado a otro, tan simple y luego a otro y así hasta que no quedara nadie a quien despedir, pero francamente me has desilusionado. No puede ser que a la primera tentativa tuviera tal éxito en mi cometido ruin o bajo, pero era algo que debía hacer y en la primera estuviste tu disponible. Es mala suerte amigo, pero ya no hay nada que hacer. Vuelve a tu hogar y mañana pasa a la oficina por tu finiquito.
-Está bien señor.
- Dale con decirme señor. Idiota. No te das cuenta que te despedí.
Cerró la puerta y apagó la luz
Regresó a su hogar y al llegar escuchó nuevamente el teléfono. No contestó.
Al otro lado su jefe tenía algo que decirle.

Texto agregado el 21-11-2019, y leído por 119 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
22-11-2019 El susodicho Jefe, padece de un notable descarrilamiento de neuronas. El empleado se encuentra perdido ante una ilógica situación. Tu imaginación carece de límites. ¡Muy entretenido tu relato! Shalom colega de la pluma Abunayelma
22-11-2019 ¡Pinche jefe! Se divierte jugando a ser Dios. Me encantó ***** Antonela80
21-11-2019 Un jefe bastante loco. glori
 
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