¿Cómo podríamos vivir sin ellas?
inquietantes, rebeldes, dudosas.
Lo difícil es su formulación,
el origen de la cuestión alfa, la matriz,
la respuesta ya es medio camino andado,
pero no es la última solución, la definitiva.
Investigar no es solo, buscar, leer, entender
y henchir nuestra laguna informativa,
hay en la pregunta un antes, un prólogo
que inicia la marcha, el largo camino
hacia la eterna aporética de la vida.
Debemos preguntar a las respuestas,
en una infinita especulación paradójica,
para que nos conduzca a la indudable verdad
y nos lleve a una fatal constatación:
no es la respuesta la solución a la pregunta.
La imposibilidad de la nada es la falacia,
revelado y vago subterfugio al uso,
que sustenta nuestra incapacidad,
nuestra retórica y altisonante respuesta
para una pregunta nunca bien formulada,
Poseer todas las respuestas
no es una opción válida
si no sabemos formular preguntas,
hace falta dudar de la verdad sospechosa,
hesitar siempre de nuestra insolente arrogancia.
Preguntar a nuestra respuesta
no es especulación, es obligada reflexión,
es juicio a flor de piel, sensatez,
necesaria perseverancia de nuestra duda
y la fe incorruptible de nuestra incertidumbre
en esta nuestra larga jornada, la vida.
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