La niebla lo cubre todo.
Camino agazapado, con mis manos metidas en el sobretodo luchando por generar algo de calor.
De pronto, surge, aparece una figura. Su aparición fue tan fugaz que no se sintieron pasos previos, ni vi una sombra que la precediera, ni una señal auditiva que me previniera.
Acaso la formé yo. Pero habla. Pienso: si la he formado y además habla no veo ninguna contradicción y si me pregunta por lo menos debo tener la delicadeza de responderle.
Pregunta entonces: ¿Tengo la cara redonda u ovalada?.
Es una mujer y su rostro no puede ser más circular, me recuerda la de los esquimales, pero no hay voluntad en su rostro, como en aquellos en que a pesar de su palidez, aflora la vitalidad.
Ante mí hay un ser que pareciera vivir sólo para buscar una respuesta, “la respuesta”, el fin a su gran padecimiento, la contestación a la única pregunta que pudo formular, en toda su vida
Señora, le digo, usted tiene un perfecto rostro ovalado.
Satisfecha, sonriendo tímida, como orate, se va.
La veo perderse a sólo unos pasos de mí.
¿Pero se fue realmente, quien dejó su absurdo rastro, quien creó dos caminos donde, sólo por decir algo no menos absurdo, debía haber visto un sendero largo y despejado? Camino y me pierdo para otros que probablemente vengan tras de mí.
Edgar Brizuela Zuleta
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