La vivienda está vacía,
me reciben los recuerdos,
crecen, en la magia de los retratos,
imágenes quietas de momentos lejanos;
los abuelos y sus fiestas navideñas,
sonrisas heladas en el tiempo,
vivas en la memoria.
Hay en la casa,
un silencio de Iglesia vacía,
y al entrar en la cocina,
un aroma a albahaca y a romero
surge desde el mantel de hule,
que parece saludarme.
La emoción repiquetea en mi pecho
y al abrir la ventana,
se asoman las rosas,
a las que ya nadie cuida,
ellas siguen floreciendo,
en espera;
de los que ya no están.