Nace, crece, se agiganta
explota y se desata en este lugar del mundo
donde aprieto hasta sangrar
las flores de la despedida...
Sube a mí el arroyo de los sueños,
de la última noche, del último vaso,
de la sala vacía, del último día....
Como moho, sube, como mugre,
el arroyo de mi sangre sube
hasta la vasta geografía de fracasos,
de puertos y partidas,
de soles y silencios que enmaracan mi soledad.
Él arrastra mi esperanza que aún no ha muerto
y yo lo llevo por pasiones inconfesables.
Da lo mismo...
Recojo las flores marchitas.
Juego a me quiere y no me quiere,
me interno en el increíble paisaje
-ahora selvático, desértico ahora-
de mis propios recuerdos,
recorro el camino de pétalos descoloridos,
me libero en hojas de mil colores.
Sigo...
No puedo detenerme,
soy la sangre y las pasiones,
el juego y la venganza,
la selva y el desierto,
el pétalo y las hojas...
Pero soy, sobre todo, el ancho mar
donde caeré, rendida de amor o de tristeza,
cuando se aquieten las aguas
todavía vivas
de mis urgentes arroyos interiores. |