OBSESIÓN DE UN RECUERDO
Su nombre es Laura,como temiendo llegar tarde sus pasos se desplazan rápidamente en la vereda mojada por la lluvia de primavera.Es su manera de caminar, toda ella es así, nerviosa, apurada, chiquita. Su cabello que alguna vez fue rubio, lo lleva recogido en forma de rodete, la pollera larga pasada de moda, la carterita colgada de su hombro izquierdo y en la derecha una canasta con un termo con café, bizcochitos y caramelos para pasar el tiempo, ah y por supuesto ,los anteojos para ver de cerca, los que jamás se saca, con todo esto la convierten en un personaje gracioso
Llegó como todas las mañanas a la biblioteca, abrió sus puertas , ese día parecía ser diferente, estaba despejado y ya el sol ,asomaba sus primeros rayos, que entraban por el vidrio de los amplios ventanales del frente, iluminando el lugar que se veía patético con el paso del tiempo.
Se detuvo, contemplo todo, durante años hacia esa rutina y no se había dado cuenta que los habitantes del lugar habían envejecido junto a la ciudad que agoniza. Alguna vez brillaron y fueron miles, ahora ya nadie los recuerda, huelen a humedad, sus páginas quedaron amarillas con el paso de los años, están allí esperando que alguien se digne a tocarlos, pero en tiempos virtuales, ya nadie va.
Los viejos muebles de época se confunden con sillas de plástico que alguien llevo porque le sobraban , como también cajas con libros que interrumpen el paso, las dejaron allí y no le avisaron, seguramente alguna donación de esas, qué empiezan a molestar y las tiran allí como en un deposito. Los retratos de algunos personajes que hicieron la historia de la ciudad, se los ve descoloridos y ya a nadie les interesa. Se da cuenta de la realidad y teme que cierren sus puertas.
La invade la nostalgia, recorre las distintas estanterías, sabe qué lugar ocupa cada personaje, si hasta parece sentir la presencia de los duendes de cada uno de los libros que ocupan un espacio olvidado, en la biblioteca de la calle Madrid.
Toma un cuento de Poe y sus manos se deslizan suavemente por sus hojas, su corazón se estremece y su memoria la lleva al pasado
Recién inaugurada la biblioteca, el esplendor de la juventud se hacía presente, lugar de encuentros, época en que la lectura era un pasatiempo de muchos, tiempo de sueños y proyectos. Fue entonces que conoció a Juan, un muchachito de espantosos anteojos, boina marrón y siempre con un libro bajo su brazo. Tímidamente se había acercado a ella, Laura se enamoro de ese Juan tan simple. En cambio ella era una hermosa muchacha de ojos pardos que resaltaban con el rubio de sus cabellos, siempre despertaba la admiración de muchos que anhelaban tenerla como novia, pero solo tenía ojos para Juan.En un día lluvioso y frio el ventanal fue testigo de su primer beso .Caminaron en la noche, mojando sus rostros con la llovizna sin siquiera darse cuenta, se refugiaron en un abrazo para protegerse del frio, sintieron la cercanía de sus cuerpos, sus tímidos labios unidos y la lluvia bendiciendo sus bocas, buscando aquel lugar donde nadie los viera, sus cuerpos calientes se unieron en un momento único y verdadero. La primera vez en Laura que un hombre acariciaba su cuerpo. Sus dedos se enredaban en sus cabellos, deslizándose por su piel, eran uno solo en una noche que fue el comienzo de otros encuentros.Y así los vieron recorriendo las calles, abrazados, enamorados, escandalosos, mostrando su amor.La primavera ya se manifestaba.Después todo fue invierno.
Impresionada por los recuerdos vuelve a la realidad, se dirige al ventanal, mira por el vidrio como la llovizna moja las plantas del jardín, hace frio, cierra el postigo del lado de adentro –ya no los hacen así - piensa.
Observa sus manos, el paso del tiempo ha dejado sus huellas. De pronto le parece oír pasos, alguien se acerca, se estremece, como si los personajes que habitan el lugar hubieran tomado vida, Juan esta allí, Juan sin anteojos, sin boina y sin su libro, le sonríe, le pregunta como esta, ella apenas con un susurro dice que bien.
El toma su mano y como antes se sientan en la antigua mesa de algarrobo que fue testigo de sus encuentros.
-Sabia que vendrías –dice Laura
-Laura, estoy aquí contigo, siempre vengo, solo tienes que esperar.
-Solo quedamos vos y yo Juan, habitando el tiempo del olvido, mira a tú alrededor, libros viejos y paredes descascaradas, así somos nosotros, ya no queda nada.
La juventud se fue, solo queda la obsesión de un recuerdo.
Juan quiere decir algo pero ella lo interrumpe.
No Juan no, no digas nada, es mejor así, es mejor que te vayas.
Lo mira por última vez y ella ve como su figura se pierde en la lluviosa tarde de septiembre.
Tenía en sus manos el libro de Poe, lo guardo como todas las noches en la estantería.
-Hasta mañana Juan – apenas un susurro, sola, con la mirada perdida, imaginando el regreso, el pasado que no volverá, delirando en la calle Madrid, abandonada y olvidada.
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