A veces quisiera convertida en ola
viajar por los mares hacia otros mundos
arribar a sus playas y,
sobre la arena,
dejar vivencias junto a flores marinas.

Quisiera ser el agua espumosa
que se desliza volviendo al mar
cuando abandona la playa
al bajar la marea,
llevando una pizca de arena como trofeo,
porque desde esa arena milenaria arrastraría
otras vivencias que enriquecen el alma.

Evocaría cada paso, cada huella,
que otros allí hubiesen dejado
para que yo los recogiera.

Desterraría tormentas oscuras del horizonte
creando bellos horizontes nuevos
con mi pincel del poeta.

Pero, amado mío,
hasta el mar es ingrato,
siempre cambia,
a veces es dulce y calmo,
otras violento y amargo,
acaricia o despedaza la arena
cubre las dunas como un amante
y luego se retira
dejando a su paso solo caracolas muertas.

Porque el mar, amado mío,
es indomable,
como mi alma.

María Magdalena Gabetta