Alguna vez pensó que tenía el poder de la premonición, de adelantarse a los hechos, de planificar su futuro, de crearlo, de tomar un conjunto de elementos cualquiera y darle la forma que quisiera, como dentro de un paréntesis, donde cupieran sus deseos, sus ganas de tener algo propio y que creciera ese paréntesis como un universo en expansión, pero al poco cayó en cuenta de que la vida está hecha de miles de paréntesis y la suya, la que creía única, original o irrepetible, no era más que otra conformación de elementos que encajaba dentro de otras, muchas de ellas más potentes, ricas y lúcidas que la realidad que había creado. No había caso, su escrito, este escrito lo vería mil veces mejor modelado, ésta, su creación, aparecería mejor concebida y sería la fuente de algo mejor que no que no alcanzaba a captar, una historia que dentro de su paréntesis estrecho era incapaz de vislumbrar. No había nada que pudiera hacer. Dejó de escribir, apagó el equipo y durmió sin soñar siquiera en un resultado mejor a la historia a su propia historia, un retazo minúsculo de algo mayor o definitivamente de algo parecido a la nada que busca diferenciarse para no perecer. |