EL VALOR DE LAS PEQUEÑAS COSAS
El día amanece nublado, pero a pesar del mal tiempo meteorológico, Connie tomó las llaves de su vehículo y lo puso en marcha hacia la solitaria playa que tanto le gustaba, se bajo y empezó a caminar sobre las húmedas y blanquísima arenas, que a pesar de estar mojadas conservaban un brillo especial; disfrutaba del frescor de las brisas auras, cuando repentinamente vio a un bañista sentado a la orillas del mar; su tez era como cobriza y bronceatada por el sol; cuando él la miró, su mirada endureció y se volvió afilada como un trozo de cristal roto, era como que él estuviese pasando un mal momento y no quisiese que nadie se le acercara, cuando Connie vio esa mirada sintió que su respiración se le cortó, era como que de pronto se hubiese sumergido en el agua, pero reaccionó y le preguntó que si le pasaba algo, él no contestó, solamente la miró y sus ojos eran como el hielo en el fondo de un pozo; repentinamente sus ojos empezaron a nublarse y corrió y se metió dentro de la playa, Connie lo observaba de cerca y vio que antes de meterse dentro del mar sus lágrimas fluían y no las enjugaba, las dejaba caer para que se mezclaran con las olas del mar y ondularan. Mientras tanto Connie contemplaba las olas que iban y venían en su eterno vaivén chocando con las rocas, y era que para Connie el tiempo no se mueve, sólo la energía y la masa están en continuo movimiento. Cuando Roger salió de adentro de la playa su mirada era diferente, se le veía como un especial brillo en sus ojos, y le sonrió, y ella le pudo ver el destello de sus dientes, ya él se sentía mejor y le habló, su voz era profunda y vibrante, y le dijo: ahora si estoy dispuesto hablarte y a contarte, y le contó que la vida lo había golpeado como se golpea a un boxeador cuando quiere triunfar y fracasa y continuo hablándole de su vida, ella lo oía desahogar sus penas, lo miró fijamente a los ojos y le dijo: la vida tiene sus altos y bajos, depende de nosotros si subimos o bajamos, mira las gaviotas como bajan en picada, toman su presa y vuelven a subir, es cuestión de cambiar de actitud mental, la vida nos ofrece tanto, tanto, que no nos damos cuenta de esos pequeños detalles que nos ofrece, sin darse cuenta Roger y Connie empezaron hablar de las cosas bellas de la vida y él se olvido de su aparente problema, empezaron a recoger caracolitos y los devolvían de nuevo al mar, y mientras lo hacían reían y disfrutaban de un momento agradable, que se convirtió en un gran momento.
F I N
Cuento ficción por:
Maite Katiuska Moreno
° Hacer de cada momento una vida y de la vida un único momento, eso es la felicidad °
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