Si me preguntas por qué ya no te hablo,
es porque el silencio que antecede a la voz,
ese preciado tesoro, ese valioso instante
no debe perderse por una pionera palabra
que, sin duda, abrirá el certero camino
que confirme nuestra sonora incomunicación.
Si me preguntas por qué ya no te miro,
es porque son nuestros ojos,
otrora cómplices y hermanados,
son ahora víctimas del tiempo,
sedimento dejado por pasadas experiencias,
funestas vivencias que vuelven a la vida
cuando nuestras miradas se encuentran.
Si me preguntas por qué ya no te toco,
es porque vive bajo nuestra piel
un fatal reactivo que despierta al tacto,
infausto e aciago legado sentimental,
anquilosada, entumecida pasión dormida
que es mejor que no se despierte.
Si me preguntas por qué no me voy
es porque hay entre tú y yo
una inusual armonía sincopada
de serenas tormentas amigas
de tempestuosas calmarías necesarias
que equilibran mi frágil balanza emotiva
y así me mantienen siempre a ti unido.
Si me preguntas por qué nunca te pregunto,
es porque es más fácil hablar contigo
cuando tú no estás, tu voz silenciada,
diálogo inconcluso, respuestas sin pregunta
para una perenne sentencia en abierto,
inquisitorial tormento que me place.
Si me preguntas...
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