—Pepe, ahora me ves viejo. Pero, también fui joven y galán como tú mi querido sobrino. Tuve una novia, Clotilde, la mujer más hermosa que te puedas imaginar. Sin embargo, a mí por pobre me mandaron sus padres al demonio y la casaron con un viejo: don Sebas, muy viejo, aunque riquísimo (que es lo que vale en este mundo).
—Me imagino que fue una gran decepción —comenté.
—Pues sí, pero ahora estoy sorprendido con el éxito de mi bella Cleo. Muy joven fue la feliz mamá de dos criaturas angelicales, un jovencito y una nena muy bien parecidos. Las malas lenguas siempre han dicho que a don Sebas lo ayudaron, pues él era muy feo. Pobre don Sebas al poco tiempo felpo, es decir estiró los tenis.
—Entonces, viuda y rica. ¿Por qué no le atoraste?
—Ella en lugar de vivir la vida frívola de mujer adinerada se dedicó en cuerpo y alma a sus hijos, el joven estudió en el seminario y se recibió de sacerdote católico y la nena por su belleza es modelo de televisión.
—De verdad, una madre ejemplar.
—Espérate, que lo bueno vino después. La madre con un sentido empresarial muy práctico consiguió que al joven cura lo mandaran a una iglesia de colonia rica. Él ahí con la dirección de doña Cleo desarrolló varios programas píos. Recolectan dinero a espuertas. La administración de esta fortuna que reciben es sencilla, una parte es para el Obispo (hay que estar bien con Roma). Otra para sus programas de ayuda y la mayor parte del dinero se queda con doña Cleo. Claro, al curita lo hace vivir en una austeridad franciscana, hay que guardar las apariencias.
—¿Y la modelo?
—Sin ningún tipo de prejuicio, ejerce además la profesión más vieja del mundo, con unos precios escandalosos. También la administra la mamá que es la que consigue la clientela. Ganan dinero a lo bestia.
—Y doña Cleo, administradora de sus hijos ¿vive tranquila?
—No, después de don Sebas, ya lleva viudez de tres maridos. Los escoge de mediana edad para arriba, entre más añosos mejor, pero, eso sí muy adinerados. Ella es muy buena cocinera y una tigresa en la cama, para decirte que el Obispo la prefiere en lugar de la muchacha. Pero no voy a divagar, te contaré de los maridos. Durante un breve tiempo los hace vivir en el paraíso terrenal: una abundante comida, deliciosa, saturada de grasas y proteínas, licores a pasto, una vida sedentaria y poltrona. En las noches todo el repertorio del kamasutra, en donde ella es experta en grado sumo, los lleva a la extenuación. En poco tiempo están rindiendo sus cuentas al creador. Ahora anda en busca de otro conyugue.
—¿Y tú, tío, ahora eres rico, ¿por qué no la buscas?
—De pendejo.
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