Por Jazbel Kamsky
EL GRAN PACTO
Un pequeño niño, de tan sólo ocho años de edad, lucía desnudo sobre una camilla de hospital, emitiendo excesiva salivación y presentando movimientos involuntarios en todos los músculos de su diminuto cuerpo.
Al voltear, una joven delgada, con una larga cabellera negra, yacía atada de sus muñecas al barandal de una camilla contigua. Ambos, se conectaron por unos segundos, sus miradas quedaron unidas por un hilo invisible. Akira, la extraña paciente recostada, esbozó una sonrisa muy tierna, una sonrisa que transmitía tranquilidad en aquella marea turbulenta del momento.
–Te amo mamá, te amo. --Balbuceó el pequeño niño en su lengua materna, el quechua. Algunas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, sin dar cuenta si eran de dolor o de tristeza.
--¿Dónde está tu mamá? --Le preguntó Akira con una voz cuchicheada. Al tiempo, meditaba cómo evitar ser internada nuevamente por la reagudización de su esquizofrenia paranoide.
--Está en el cielo junto a papito Dios.
--¿Deseas estar con tu madre? –Indagó la perturbada mujer.
--Sí, es lo que más deseo.
El silenció estremeció las paredes blancas de aquella habitación cuya frialdad se sentía hasta en los huesos.
Doce campanadas del reloj de pared colgado en lo alto del estar de enfermería empezaron a sonar una a una. La enfermera de turno noche prendió la luz de la habitación de observación, sus latidos se aceleraron al percatarse que la camilla donde descansaba Akira estaba vacía. Al girar el dorso en busca del pequeño niño; aquel lucía sin vida, con la lengua protruida, las amarras de la camilla de Akira envolvían su cuello. Al ver la peculiar escena, la sanitaria se desplomó cayendo de rodillas al suelo: --¡Doctor, doctor! --Exclamó desesperada sin poder comprender lo sucedido.
No cabía duda que la autora de este atroz crimen era la propia Akira, pero cómo pudo zafarse de las amarras, y si así fuera, por qué lo mataría. Faltaba una ficha importante por encontrar en este difícil rompecabezas, a menos que, todo sea parte de un gran... pacto. |