Ella se deja acariciar todos los días. Sentía las manos de él recorriendo su cuerpo, sobre todo sus puntos sensibles. Deja escapar más de un gemido de placer. No eran las manos de un hombre cualquiera, eran las manos de un poeta y pintor. Manos muy suaves que conocían de memoria su geografía. Esas mismas manos también empuñaron las armas en la guerra, por eso, retrató toda la crudeza de la confrontación en sus cuadros. La guerra lo marcó como a todos los que les tocó enfrentarla.

Ella lo quería. El la amaba, pero era muy celoso. La cuidaba en exceso. Ella no era de esas mujeres que se sometían. Amaba con libertad. le gustaba volar en cielos abiertos. No le gustaba que le midieran el tiempo. Con el paso de los meses, la relación empezó a deteriorarse porque de la caricia pasó a la ofensa. Dejó de acariciarla hasta en los versos. Todo comenzó a enfriarse: la piel y el alma. La llegada del invierno fue peor, hizo más grande la tormenta. Por más que quisieron no pudieron encender el fuego. Los versos dejaron de ser caricia- antídoto y se convirtieron en veneno. Un día la página amaneció roja, ella con un puñal en el corazón.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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