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Era el 15 de agosto.
Consigno la fecha para que no se diga que no me importa el entorno ni me tachen de despreocupado, que no tengo los pies bien puestos sobre la tierra y que vivo entre nebulosas. Pero se que para quien tenga tal impresión de mí, el hecho de citar el día no le parecerá más que un intento vano por limpiar mi imagen, por asegurarme que no se hable de mi distracción como una cualidad casi intrínseca de mi ser como muchos creen, pero reconozco, que tal vez me salga el tiro por la culata y que aquel que vea aquel dato encabezando la página, frunza el ceño y diga que la inventé para darle realismo a un relato insensato, por obstinación y que lejos de rechazar, confirma la opinión general respecto de mi tendencia a vivir entre nubes.
Pero ahí está el día y no se crea, para mayor abundancia de mis detractores, quienes pueden consultar calendarios o informes meteorológicos antiguos, no diré el año, ni se crea, digo que era un día especial, no había luna llena ni se registró un fenómeno estelar especial, de cierta resonancia, aun cuando todos los días se registren hechos cósmicos que pasamos por alto por la poca importancia que le damos a lo que ocurre sobre nuestras cabezas y que parecen no tener significancia alguna en nuestras vidas y destinos.
El día era el mencionado.
Por lo demás estaba nublado así es que si algún fenómeno se hubiera producido en las alturas muchos no se habrían dado cuenta, salvo los que tienen mapas celestiales y los consultan en sus libros u ordenadores. Talvez algunos entusiastas de tales fenómenos astrológicos, llegarían a sentir alguna energía especial que les provocarían las más diversas sensaciones y estados de ánimo. No es de descartar que se produzca esto entre ciertas cofradías y hermandades.
Pues bien, me encontraba solo en casa. Bueno vivo solo. Mis amigos me dicen que deje la soltería que ya está bueno, que me estabilice, pero para tranquilizarlos siempre les digo que “tomo precauciones”.
Así, un día salí de casa. Pero tuve que regresar pues había olvidado contar el número de quemadores de la cocina y asegurarme si estaban bien apagados.
No me costaba mucho esfuerzo volver y tocar cada perilla. Cuando terminé de contarlas y saber que cada una estaba en su lugar puse mi mano sobre cada quemador para confirmar, que si mi vista me fallaba, el tacto completaría la inspección.
Finalmente salí, con la convicción que no había cerrado la puerta del patio, pero lo dejé así. Mi perro se encargaría de quien quisiera entrar.
Caminé sin un destino definido. Primero me dejé llevar por los ambientes. Iba de preferencia buscando las sombras, las grandes alamedas, los parques, la frescura de los árboles y la hojarasca que se juntaba bajo los enormes cipreses, plátanos orientales y toda suerte de especies que alguna vez fueron puestas sin ton ni son por quien sabe quien.
Al poco de caminar llegué al centro de la ciudad. No es que viva cerca del lugar donde se concentran el comercio, las oficinas públicas y privadas y los lugares más simbólicos de nuestra ciudad.
Pero ahí estaba moviéndome, según el ritmo que marcaban los semáforos. Esta forma de caminar lo había leído en alguna parte y no es una invención mía, pero me pareció una buena forma de enfrentar la ciudad más aún cuando te ganan el desánimo y no existe un plan específico. De esta manera, si no alcanzaba a cruzar a la vereda del frente, cruzaba por el lado despejado.
Las personas ejercían una fuerza importante y me dirigían para que me moviera cada vez más rápido. De repente me encontré caminando a un paso tremendo e incluso, corriendo para cruzar las calles antes de que los semáforos cambiaran de color y más de alguna vez tuve que correr a toda máquina para no ser embestido, aunque esto pueda ser una exageración de mi parte.
Así la gente que pasaba rauda por mi lado me llevaba, me impulsaba, me daba vuelo, me conducía de un lado u otro de manera incontrarrestable y yo no hacía más que responder a tales estímulos, a aquella poderosa forma de entenderme con la ciudad, que requiere espíritus fuertes, ansiosos, egoístas si se quiere, pero enfocados, decididos, seguros siempre adonde se dirigen. Es como un oleaje, pero finalmente era profundamente desgastador. Las gentes iban y venían a paso firme, seguros de su objetivo y yo los seguía; no tenía más remedio.
Así, de esta manera llegué a la periferia de la ciudad, al otro extremo de donde vivía, donde ya no había fuerzas que se manifestaran y así repentinamente, me quedé detenido. No estaba cansado, mas carecía de impulso. Al cabo de un rato de permanecer así, libre de toda presión di marcha atrás y comencé a caminar rápido muy rápido. Pronto sería de noche y quería estar en casa antes de que Venus apareciera. Pero olvidaba, era 15 de agosto y el cielo estaba nublado. Pero miré mi reloj y por allí arriba sobre la masa nubosa debería estar por aparecer. Caminé veloz, casi podría decir que corría, con una decisión y claridad de objetivos, inusuales en mí. Me movía entre la masa de gente con destreza, como una corriente submarina que se sobrepone con su potencia y rapidez, que sobrepasa a la inmensidad del océano, a la contundencia del agua conglomerada. De esta manera, a la vez que sentía como una corriente, pude sentir un peso, el de muchas personas que seguían mi seguro andar. No es simple ser el guía, la punta de lanza, detrás hay un peso que de un momento a otro te tirará al suelo si pestañeas, así es que de repente conteniendo mi impulso, me detuve. Miré hacia atrás y vi una fila larga de personajes conocidos y desconocidos. Acabado el sortilegio comenzaron a pasar junto a mi un bombero viejo, una linda muchacha y triste, un antiguo mago, un hombre que no sabía qué hacer con un maletín que llevaba con ambas manos sobre su pecho, un payaso cuyos números ya no sacaban risas ni aplausos, un abogado al que le debía dinero, una viejecita que venía de cobrar su jubilación junto a otros tantos seres que se habían acoplado a mí.
Los dejé partir y continué por otro camino de regreso a casa.
Cuando faltaban alrededor de cinco cuadras por llegar a mi hogar divisé a lo lejos a una mujer que caminaba con soltura, con sensualidad, pero con recato a la vez, como si contuviera el ondular natural de sus caderas. Antes de comenzar su persecución miré hacia atrás por si hubiera gente que pudiera seguir mis pasos. No había nadie. Caminé entonces a un gran velocidad; por cada tres pasos míos ella daba dos. Era alta y de piernas largas como yo. Pero las mías eran más fuertes y en mi afán por alcanzarla me moví más rápido y en algunos momentos pude dar hasta cuatro pasos por dos de ella, pero ello no siempre ocurría.
Así, poco a poco me fui acercando, no sabía porqué lo hacía, qué fuerzas me llevaban hacia ella. Me preguntaba qué haría cuando estuviera a su lado. Pues bien, ya faltaba poco para llegar a mi vivienda y parecía que no la alcanzaría. Redoblé mis fuerzas y me acerqué casi corriendo. Entonces, escuché que hablaba y fuerte, como si estuviera acompañada. Oí que mencionaba mi nombre, que se reía y que decía que era una estupenda idea. Yo tenía algunas ideas descabelladas que se habían cruzado por mi cabeza en la larga persecución. Pero oír que se refería a mi persona, me pareció por lo menos extraño.
"Ya pues" dijo, cuando llegaba al portón de mi casa, "abre la puerta". En ese momento, me ubiqué junto a ella, saqué las llaves y entramos al hogar.

Texto agregado el 25-10-2019, y leído por 100 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
25-10-2019 Me encantó tu dama juguetona, tan brillante como extravagante. Supongo que es el efecto de los arreglos que le hicieron en la peluquería. Te mando 5* planetas, incluyendo a la tierra, pero no aterrizes, vive y escribe entre nubes, que lo haces muy bien. Antonela80
25-10-2019 Llega un momento en que parece que has perdido el hilo de la historia y nada. Lo retomas siempre con un final sorprendente por la incógnita. Me encantó la imagen, cuando el personaje va la cabeza de la flecha y mira hacia atrás y ve a una serie de personajes, tan simples y tan raros a la vez, que sólo tú puedes dibujar con letras. Antonela80
25-10-2019 Queda bien claro que el personaje no es distraído, nada de eso, sólo se dejo guiar por las sombras, la gente y arrastrar por el viento jajaja. Me gustó mucho tu cuento. Eres experto en describir lugares y personajes. Haces que el lector los viva contigo. Antonela80
 
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