Una fuerza superior ejerce su autoridad sobre el mundo entero. Dicha fuerza programó, creó y otorgó vida a todo ser viviente, allí, en el comienzo de los días.
Es la creencia de multitudes, que, tal fuerza, haga y deshaga, influyendo en todos los ordenes. En una palabra: domina sobre nuestras vidas.
No podría resultar de manera distinta, pues provista de poderes sobrenaturales, en todo el buen sentido de la palabra, predomina sobre sus súbditos, utilizando, así se cree, un sistema de conducta en el cual todo se maneja con premios y castigos.
Los nombres con que se designa a esta fuerza superior, varía de acuerdo a decisiones preestablecidas en el campo de los creyentes.
Toda acción, acontecimiento o fenómeno que escapa a la comprensión de la mayoría, se atribuye a los deseos de aquella fuerza que todo lo abarca, cobija, o sea que, en el aspecto general, protege la vida.
No es necesario reparar en símbolos, las pruebas son claras y evidentes. Sólo es necesario creer y la imaginación, convertida en visión, captará los deseos infinitos de aquella fuerza que hará posible nuestro bienestar.
Diversos, difíciles, hasta estrafalarios, en momentos, resultan los artificios utilizados por los auto-encargados de fortalecer y de esta forma resguardar, los fundamentos primordiales y básicos de la creencia.
Una especie de nebulosa embriaga las mentes ansiosas de elevarse a un nivel en el que los pensamientos se funden con los deseos, y renace la gloria individual, cual flor en el jardín de la primavera.
Los hombres dueños de un raciocinio especial, propio de su estirpe, se definen, actuando de acuerdo a parámetros que no siempre son acertados; lo cual es de lamentar en infinidad de casos, pues originan controversias que solo el tiempo posee la capacidad de conseguir un final a tales situaciones. Ellos involucraron, a lo largo de los días, más muertes de hombres en manos de otros hombres.
La respuesta a aquellos eventos, no son explicados con certeza. No se poseen las posibilidades requeridas como para corroborar los motivos que permitieron el proceder erróneo de ciertos hombres, no obstante la existencia prometida y asegurada de la susodicha fuerza "todo lo puede". Ante un resultado fallido se opta por acreditarlo a la sección de los castigos.
A grandes problemas, grandes soluciones.
Tienen cabida también en nuestro mundo, multitudes, que ignoran la existencia de una entidad superior, al no ser comprobable, ni menos que menos pueda constatarse.
Son personas a las que, según su criterio, no les es necesario apoyarse o resguardarse, ni protegerse o ayudarse, de algo que no es posible ver ni escuchar.
Dichos individuos, crecen, forman familias, trabajan y desarrollan una vida normal, sin pedir ayuda o misericordia, perdón o amparo alguno. Sólo se basan en lo que son capaces de realizar con su propia fuerza, con sus pensamientos, sus ansias de prosperar y progresar sin solicitar o pretender protección o salvo-conducto alguno.
Cabe aquí la pregunta, a título informativo o de curiosidad, cuál de las dos diferentes posiciones concentra en sí la verdad, la razón o tal vez la esencia misma de la vida.
No creo que sea posible convertirse en juez como para emitir una justa respuesta.
Es aconsejable, eso sí, recurrir a los cientos o miles libros de historia universal, para comprobar que desde los albores de la humanidad, uno de los bandos trató, por todos los medios a su alcance, convencer en infinidad de oportunidades a los miembros del bando distinto, a pasarse a sus filas.
Los terribles resultados de los tratamientos utilizados para conseguir sus pretensiones colmaron cientos de campos santos, a lo largo y ancho de nuestro dividido mundo.
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