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Cómo era aquel mundo- digo interrogativamente. Con decir que el teléfono era tu madre gritando tu nombre ante cualquier contingencia, allegándose a la plaza- el lugar con más campo de acción para localizarte-, creo que es suficiente. Normalmente requiriéndote para comer. Un mundo sin relojes- lo definiría en esencia.
El primer reloj que tuve la casqué contra una piedra. Involuntariamente, por supuesto. Así fue cómo, en aquel mundo imaginario en el que nos desenvolvíamos los niños, me lo hube de dejar- el reloj-, en casa de un amigo, olvidado en el baño al quitármelo para lavarme las manos.
Un día y otro, pretextaba el olvido, pero como quiera que mis facultades actorales eran bastante limitadas, tuve que cantar la verdad de las cosas.
En aquel mundo de precariedad, las tragedias las cimentaban hechos como el antedicho. Destrucción de bienes materiales tenían un capítulo aparte dentro del general que podríamos catalogar como hechos negativos y desgracias. Un subapartado lo formaban- dentro de los materiales- los atentados contra el ajuar doméstico. Así, era de sobresaliencia, la ruptura de vasos. Volviendo nuevamente las voces.
Imaginaba uno que la diferencia entre la casa del pobre y del pudiente, no tenía mejor baremo de medida, que las consecuencias inmediatas a la destrucción del vidriado elemento. Y eso que en las nuestras, los vasos eran reutilizables de la nocilla- un popular dulce de untar color chocolate, con leche, avellanas y azúcar, como decía la propaganda.
En la casa del rico- esa simplificación, soy consciente, pero no encuentro mejor palabra aclaratoria-, el estruendo terminaba con el ruido del vaso contra el suelo. Se recogía y ahí finalizaba el asunto. Los nuestros- los de nocilla- tenían un efecto reflejo al propio chasquido contra el suelo. Mayormente el gutural de nuestra madre aludiendo a voz en grito a nuestra, en el mejor de los casos, falta de pericia en el manejo de aquellos útiles, por no decir malas intenciones destructivas- que también se barruntaban.

- Pedro (ese era mi nombre), te llama la de los vasos (como llamaban a mi madre los testigos de alguna de aquellas refriegas)-decían mis amigos cuando la oían.

Texto agregado el 25-10-2019, y leído por 157 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
25-10-2019 Ajajjaja, la de los vasos :P Me hiciste reír en un mal día. Saludos. Nilope
 
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