Fue el Domingo a la mañana,
que sin querer me despierto.
Me digo, algo mamerto:
¡Güenas son horas tempranas!
Despacio, como sin ganas,
con amargo y con galleta,
dispués de lavar la jeta,
me siento en la puerta ‘el rancho.
Respiro bien a lo ancho,
mientras el gallo interpreta.
Mi china, que es muy coqueta,
tarda un poco en acercarse.
Le gusta bien arreglarse,
pues si no, no está completa.
Yo le entrego unas violetas,
del monte fueron robadas.
Y esta fiesta regalada,
con tan güena compañía,
es momento, le diría,
de belleza descarada.
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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 24/10/2019.
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