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La Española - X

El otoño del ‘45 estaba finalizando, un viento helado proveniente del Río de la Plata se había levantado esa mañana y soplaba inclemente sacudiendo los árboles ya casi vacíos de hojas, mientras los gorriones apenas se sostenían aferrados a las ramas. La muchacha caminaba rápido deseando llegar a la fábrica dónde la esperaba el cálido mate cocido de Marietta.

- Maura, un momento por favor – la voz del “Pardo” se escuchó clara y fuerte.

El llamado sobresaltó a la joven que iba sumida en sus pensamientos, los que últimamente estaban totalmente ocupados en el acuciante problema por conseguir vivienda.

Maura detuvo su paso y sonriendo esperó que el hombre se acercara. No era fácil para ella sustraerse a la atracción que sentía por él y estaba consciente de la atracción que él sentía por ella. Era algo que estaba fuera de sus planes y eso la turbaba profundamente, haciéndola perder esa naturalidad que la caracterizaba al tratar con otras personas.

Aunque exteriormente no demostraba nada, ella presentía que sus defensas estaban en grave peligro de ceder, ante cualquier gesto o palabra de índole personal.

Había transcurrido casi un mes desde que ella habló con él explicándole los motivos por los cuales necesitaba con cierta urgencia una vivienda. En aquél momento todas las casas de su propiedad estaban ocupadas y le había sido imposible brindarle una solución. Maura a pesar de haber continuado la búsqueda y encargado a sus conocidos, aún no había logrado nada, por lo menos algo cercano a la fábrica y a la casa de los tíos, que era lo que ella necesitaba.

- Maura, perdone que la detenga en este momento, sé que va apurada pero necesitaba avisarle que unos inquilinos se van a vivir a Mataderos y desocuparán la vivienda, no sé si aún tiene interés en alquilar. Si es así y a usted le parece bien, esta tarde paso por la casa de sus tíos, para darle más detalles, pero le anticipo que es una casa pequeña.

Roberto, que así se llamaba el “Pardo”, miró a la joven con admiración no exenta del respeto que ella le producía. Era una mujer preciosa, pero que desde que la conociera había sabido reconocer como una mujer que ponía límites a su vida personal, y él lo respetaba. Otra hubiera sido su actitud de no ser así.

Sobreponiéndose a la turbación que le provocaba hablar con él, Maura le agradeció el aviso y quedaron en que después de cena lo esperaría. Sin más se despidieron y cada uno siguió su camino.

Este encuentro produjo una sensación de alivio en la joven; se acercaba el arribo de su hermano, previsto para el día 30 de julio y aún no había podido ubicar un lugar dónde vivir ambos; la propuesta del “Pardo” le alegró el corazón y por fin se sintió tranquila. Esa noche con el beneplácito de sus tíos, cerraron trato por el futuro alquiler de una pequeña casa sobre la calle Las Piedras. El precio era accesible y, aunque con sacrificios, la joven estaba segura de que no tendría mayores inconvenientes en cumplir con los pagos mensuales.

Maura estuvo de acuerdo en esperar el mes hasta que la desocuparan y accedió a quedarse ese tiempo en casa de los tíos por lo menos hasta que la casita estuviera pintada y arreglada para habitarla, lo que llevaría por lo menos otro mes.

Finalmente demoraron un poco más de lo predicho pero mediando Octubre del 45 ya la casa estuvo lista.

Muchas cosas ocurrieron desde el momento en que convinieran con el “Pardo” el alquiler de la casa, entre ellas, la más importante había sido la esperada llegada de Jaime. El muchacho alto y de buen porte, había impresionado agradablemente a su hermana que lo recordaba como a un chicuelo de rodillas peladas y nariz mocosa como le dijo al verlo, provocando las risas de todos los que la habían acompañado a esperarlo y que distendieron la emoción del encuentro. Gracias a su tenacidad y sacrificio, Maura comenzaba a ver cumplido parte de su sueño.

Por fin, el 17 de octubre, “La Española” y Jaime se mudaron a la casa en la cual pensaban reunir a toda la familia. Fue un día importante para ellos y, por otros motivos, para muchos argentinos.

Fue en ese 17 de octubre de 1945 que el Coronel Juan Perón aclamado por una multitud de obreros y pobres marchó hacia Plaza de Mayo convocados y liderados por su futura esposa, Eva Duarte.

Este hombre que marcaría un hito en la historia política argentina, era ese día aclamado por una mayoría de trabajadores que exigía su liberación, luego de haber sido relevado de sus cargos como Vicepresidente, Ministro de Guerra y Secretario de Trabajo y posteriormente arrestado para ser recluido en la Isla Martín García por orden del Presidente de Facto Farell, ante exigencias de la Guarnición de Campo de Mayo.

Estos hechos fueron motivados por la creciente popularidad que estaba adquiriendo Perón sobre la clase obrera, sobre todo relacionado con sus funciones desde la Secretaría de Trabajo, dónde se evidenciaba su ayuda a los más pobres y desposeídos y que no conformaba ni a los Estados Unidos ni a una amplia gama de políticos que iba desde los conservadores hasta los comunistas.

Puesto en libertad ese mismo día, a las once de la noche Perón habló al pueblo desde los balcones de la Casa Rosada, anunciando su retiro del Ejército y el inicio de su carrera política que ya se perfilaba desde años anteriores. Días más tarde, el 22 de octubre, se casó en el Registro Civil de Junín, con la mujer que era y sería hasta su muerte, su seguidora más fiel, Evita.

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María Magdalena Gabetta

Texto agregado el 19-10-2019, y leído por 120 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
20-10-2019 Linda historia yosoyasi
 
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