Llegó sudando a la puerta de ingreso del hospital, donde esperaba no demorar demasiado. Debía entrevistarse con su amigo el director, quien le haría ingresar a una de las salas clínicas.
En los últimos días no se había sentido bien y pensaba que lo mejor era ponerle atajo pronto al problema que pudiera tener. Seguramente no se trataba de un gran trastorno, pero reconocía que el exceso de trabajo, la falta de sueño y la carencia de vacaciones le tenían algo irritable y olvidadizo.
Además, detectaba, dolor de cabeza, problemas estomacales, cansancio, desgano, trastornos del sueño, falta de apetito, malhumor, lumbago, dispepsia, entre otros.
Cuando se acercaba al establecimiento de salud, vio a un hombre de uniforme que estaba parado frente a la entrada en posición firme. Le llamó la atención la rigidez con que permanecía junto a la puerta.
Esperaba saludarlo cortésmente, decirle que lo esperaba el director y pasar rápidamente la puerta sin intercambiar muchas palabras con aquel hombre, que veía por primera vez.

- Buenos días, vengo a ver al director, me puede indicar donde está su oficina- Si bien era cierto que no lo sabía, pensaba que debía estar en el primer piso, en alguno de los pasillos que podía ver a través de la puerta de cristal. Por lo demás, a quien preguntara, sabría decirle donde se encontraba la dependencia que ocupaba la autoridad. Pero quería ser cortés con el uniformado y darle la oportunidad de que realizara su trabajo.

- No podemos dejarle pasar, la hora de visita ha terminado y sólo el director puede autorizar el paso de una persona desconocida y yo no he recibido instrucciones al respecto. No tenemos nada más que decirle por ahora, así que le pido que se retire.
- Escúcheme, yo conozco al director y él a mí. Por favor déjeme pasar es un asunto importante el que debo tratar con él, le retrucó.

El guardia tomó su radio y llamó a otro, a quien le preguntó dónde se encontraba el director. Este estaba en uno de los pisos superiores en una reunión, le informó.

- Le digo que me espera
- Pero usted no trabaja acá, usted no es médico y nuestro director está en una reunión de especialistas. Por lo tanto usted miente o no nos entendemos.

- El es mi amigo.
- Yo no puedo creer eso de buenas a primeras. Nuestro director es hosco. Si yo converso con usted y usted conmigo, estamos hablando, lo que no quiere decir que nos entendamos ni seamos amigos, conocidos o nada parecido y por lo tanto debe revisar la forma en que se refiere a la relación que tiene con el director. Por favor retírese.
- Cual es su nombre
- Eso a usted no tiene porqué importarle. – consúltelo con su amigo el director
- Pero usted no me deja ingresar
- El, si es cierto que es amigo suyo podrá decirle lo bien que he servido acá y a cuántos como usted he impedido el acceso. –Si sucede que verdaderamente es su amigo me lo dirá y a renglón seguido me increpará, pero sabe que cumplo con mi deber al pie de la letra. Si lo dejara pasar creerá que soy blando de carácter, sobornable y le digo, yo no lo puedo dejar ingresar sin una orden médica, firmada por otro galeno, pues verá usted que yo empleo un lenguaje ad hoc; no uso la misma palabra para referirme a un facultativo, ve ahí tiene una tercera, sino que empleo sinónimos, propio de mi experiencia, de mi capacidad demostrada en años de servicio intachable.
- Usted no sabe a lo que vengo, tengo real urgencia de hablar con el director.
- Si tiene una urgencia médica, está la asistencia pública. Me ha escuchado todo este rato y se le ve buen semblante, diría que miente para entrar al edificio de mala forma, para realizar un trámite particular, pero si quiere ingresar, inténtelo por las otras puertas donde encontrará otros guardias tan bien entrenados como yo.
- Cual es su temor al negarme el paso, a ver explíquese
- Mire no tengo nada contra usted, sólo que nunca lo había visto y de buenas a primeras me dice que es amigo del director. Yo creo que miente y si no, puede recordar lo que dije hace unos momentos.

El hombre, con su gorra y uniforme negro escrutaba al horizonte y de vez en cuando miraba a su interlocutor con una fijeza que intimidaba.
- Usted no es el primero que primero pregunta por el director y luego manifiesta estar enfermo. Así nadie le creerá- dijo el guardia, adoptando una postura cada vez más cerrada.
- Necesito atención
-Claro que la requiere. Sus pulsaciones son cada vez más aceleradas, está lívido, en cualquier momento se transformará en paciente y si tiene suerte sufrirá un síncope, una baja o alta de presión e ingresará como el común de los mortales ¿es usted hipertenso?. Lo que es claro es por su exceso de peso debe ser diabético y debe tener diversas complicaciones que ni usted se imagina.
Sudaba, le temblaban los pies no podía entender en la discusión en que se había metido. Buscó unas monedas para llamar por teléfono, pero no las encontró; no tenía su billetera, pues la había dejado en su hogar. Sacó un inhalador que usaba cuando sufría crisis asmáticas.
Estaba entonces sólo, sin posibilidades de ingresar como él, sino como un N.N., un desconocido. Su impotencia lo llevaba a un estado de ira, que finalmente desembocó en una descompensación seguida de un desmayo, que hizo urgente la llegada de camilleros que estaban tras la puerta, esperando la señal del guardia.
"Adelante", escuchó que decía el guardia.