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La Española - IX

En 1945 no resultaba fácil salir de Europa rumbo a la Argentina u otro país americano, miles de personas intentaban el gran escape, las plazas en los barcos estaban totalmente cubiertas y había interminables colas de postulantes a viajar, tanto en los consulados como en las compañías navieras.

Gran parte de estas personas eran gente del pueblo, en su mayoría desocupados, hartos de la inseguridad de vivir en guerras continuas, pobreza, hambre y pérdidas de seres queridos. Aquellos que aún tenían algo que vender lo hacían, otros recibían ayuda de familiares que ya habían emigrado o amigos solidarios. Mezclados con esa avalancha de inmigrantes, había otra clase de personas, los que escapaban al brazo de la justicia; colaboracionistas nazis, espías y hasta jerarcas del genocidio, de cualquiera de los países en los cuales el Tercer Reich había extendido sus tentáculos y utilizaban a Italia o España como puente hacia América.

Lo irónico es que también muchos judíos lograron llegar a la misma tierra dónde llegaban sus asesinos. Así llegó también la pequeña Esther que como otros y gracias a un cura que había ayudado a su sobrino alemán no nazi a llegar a un país lejano a su Alemania natal. Giuseppe también la cobijó y Otto, uno de los hermanos alemanes, se enamoró de ella, pero eso es otra historia.

Este éxodo, dónde no faltaban los que huían del régimen instaurado por Franco, había comenzado a fines del 44 y durante el año 45 se intensificó extendiéndose por varios años más; el gobierno argentino no era ajeno a lo que ocurría en relación a los colaboracionistas nazis, se expedían documentos a agentes alemanes ya sea desde el consulado en Lisboa o desde el consulado en Barcelona. En esa situación no era fácil acceder a una plaza para viajar, pero ocurren los milagros, pensaba Maura, y el milagro había ocurrido.

Por intermedio de un amigo, su hermano viajaría en uno de los barcos de la Empresa Dodero que cubría la línea Génova-Buenos Aires y hacía escala en Barcelona, lo bueno de esta noticia era que lo haría como ayudante de cocina, por lo que no sería necesario que utilizara el dinero que Maura había ahorrado.

Finalmente el muchacho llegaría a Buenos Aires en Julio y su madre y Pablo, su hermano menor, en diciembre; el otro milagro que se producía gracias a las gestiones que el misterioso amigo había realizado. La madre viajaría como mucama de a bordo y el dinero que estaba destinado para Jaime serviría para pagar el pasaje del más joven, de sólo catorce años.

Este hombre, un francés llamado Antoine, era hijo de un buen amigo del abuelo paterno de Maura que había emigrado con su familia a Argentina después de la guerra del 14 que había finalizado el 11 de noviembre de 1918, cuando Alemania aceptó las condiciones del armisticio. El matrimonio y su hijo de escasos ocho años, habían viajado hacinados como ratas en la bodega de un barco de pos guerra. Con la ayuda de Dios y su habilidad innata para los negocios, habían hecho fortuna a través del tiempo y tenían fuertes conexiones en Argentina.

El tal Antoine, por ese tiempo un hombre de casi treinta años, había viajado especialmente a España haciendo figurar su estadía en ese país como de negocios, pero con la finalidad oculta de ayudar a personas que quisieran viajar a América, en especial a Argentina y que vieran dificultado hacerlo por razones económicas o simplemente porque no lograran ubicarse en ningún navío.

Cómo toda esta tarea de ayuda la efectuaba desde las sombras, a los fines de no ser detectado por las huestes franquistas, mientras desarrollaba una intensa vida social como si fuera un excéntrico "dandi criollo", no levantaba sospechas de ninguna índole. Evidentemente eran pocos los que conocían su verdadera actividad, entre ellos, las personas seleccionadas con su padre antes de viajar y que él se encargaba de ubicar. Lograba de esta manera brindar su ayuda, la mayoría de las veces disimulada con trabajos en los buques, conseguidos gracias a sus conexiones.

Esta actividad la desarrolló durante algunos años, hasta que la muerte de su anciano padre hizo que regresara a Argentina para hacerse cargo del negocio familiar.

Si todo salía como estaba previsto, la mayor parte de la familia de Maura estaría reunida durante los primeros días del año siguiente. La joven creía firmemente que el padre no demoraría mucho en reunirse con ellos. Todas estas novedades tenían a Maura en un estado de constante ansiedad.

Luego del casamiento de Ignacia y que Giuseppe y Marietta regresaran a la fábrica, "La Española" se pudo relajar un poco de la intensa actividad que había desarrollado durante los dos meses que la pareja estuvo ausente, ayudando a los recién casados y fundamentalmente ubicando la asistencia médica necesaria para ambos. Existía el temor de que Ignacia se contagiara y por ende el bebé que estaba gestando, lo que por suerte aún no había ocurrido, por lo que los médicos tenían la firme esperanza de que la joven tuviera los suficientes anticuerpos como para no contraer el mal.

Maura se había comportado como una buena administradora en ese tiempo y en realidad no se había notado ningún cambio en la actividad de la fábrica. La satisfacción de Giuseppe y su agradecimiento se reflejaron en una pequeña mejora en su sueldo y la exigencia de que tomara unos días de descanso, a lo que ella se negó a pesar de necesitarlos, las grandes ojeras en su rostro así lo decían.

Otra situación comenzó a preocupar a la joven, ante el inminente arribo de su hermano y el no muy lejano de su madre y hermano menor, era necesario que ella ubicara una vivienda, no podrían vivir todos con los tíos, aunque ellos insistían que su casa tenía capacidad para albergarlos, Maura sabía que no era así.

Fue entonces que tomó contacto por intermedio de Giuseppe con un amigo de Natalio que tenía varias propiedades en el "Municipio 4 de Junio"(*), muy cercanas a la fábrica, pequeñas casas que alquilaba y que había heredado de sus padres, junto con un gran negocio de Ramos Generales ubicado de forma estratégica frente al Ferrocarril.

El día que “La Española” y el “Pardo” Beltrán, tuvieron su primera conversación por el alquiler de una de sus casas en la calle Las Piedras, ninguno de los dos sospechó que a partir de ese momento sus vidas ya no serían iguales. Algo comenzó a gestarse sin que los propios protagonistas lo percibieran.

Esa noche al regresar a su casa, Maura no podía quitar de su mente la sonrisa varonil y la mirada profunda del “Pardo” que la habían turbado de forma inimaginable, ya que ella se consideraba inmune a los atractivos masculinos; él por su parte, pensó que si se había sentido atraído cuando la vio en el casamiento de Natalio, ahora al hablar con ella, confirmaba su primer impresión de que era una mujer deliciosa.

Él a la par de ser un hombre de negocios, tenía una fibra artística, le gustaba la música, tocaba la guitarra y gustaba de cantar. También de escribir alguna que otra poesía y Maura, con su baile le había inspirado una, pero no se atrevía a decirlo, temía que la muchacha se burlara de él. Ya algún día si la oportunidad se mostraba favorable, se la enseñaría, mientras tanto, dormía en un cuaderno oculto en un cajón de su ropero.

Nota: *El Municipio "4 de Junio" que había nacido como Villa "General Paz" pasó posteriormente a denominarse "Lanús" por decreto provincial del 19 de octubre de 1955.

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María Magdalena Gabetta

Texto agregado el 17-10-2019, y leído por 102 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
18-10-2019 Los pueblos de desposeídos que se desplazan a otro país por lo visto no es nuevo, hay una analogía con lo que ahora sucede en el mío. Gran Historia querida Magda, escrita con esa gran sensibilidad que le das a tus letras. Saludos clandestino
18-10-2019 Que interesante!!! ya estoy esperando la continuación....Cariños Magdush Abunayelma
17-10-2019 Este es el segundo capítulo que leo, lo haces magistralmente, me encanta, seguiré leyendo los próximos. ome
 
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