Disueltos en mil caricias, íbamos despojados, escondidos, como náufragos en el mar, entre tu piel y mi piel.
Y libábamos el éxtasis y la miel en la fragancia de nuestros cuerpos, en el blando sabor de tu boca y en una indescifrable mañana de julio…
Crecíamos casi sin saberlo, inevitablemente, entre nubes espolvoreadas de fantasmas.
Displicente soñador en el tapiz serpenteante de una memoria lábil, donde duendes hurgaban dirimiendo el pasado, melindrosamente.
Mis ojos te observaban entre huellas de un diafragma onírico, entre el ocaso y la fragilidad de nuestros besos, entre tu piel y mi piel.
En ese escueto fragmento de irrealidad que nos increpaba y que nos hacía ser un espejismo inerte, entre sombras dibujadas en la nada, entre tu piel y mi piel…
En esa instancia trémula en que juntos descifrábamos la nomenclatura del fuego, la esencia de las horas, la fruición y la fragilidad de compartirnos…
Y el tiempo se desintegraba en nuestras retinas desgastadas de hastío, exhaustos de amor en el ayer heterogéneo y extinto…
Entre pétalos de soles y de enjambres, entre tu piel y mi piel.
Poco a poco silenciados, tremebundos cielos, desdibujados otoños, deshilachados desvelos
Muriendo Como el sol iridiscente tras la línea del horizonte, entre sombras dibujadas en la nada.
Entre tu piel y mi piel…
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