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Hoy escuché mi voz. Pero no fue mi voz en el acto de transmitir palabras a otro, en el momento mismo de la comunicación, sino que alrededor de tres días después, cuando revisaba la cinta de audio. He de decir que utilizaba una pequeña grabadora portátil, minúscula, que puedo manipular perfectamente con una mano y utiliza un microcasete. Bueno no hacía otra cosa que escuchar lo que habíamos conversado yo y mi socio sobre algunos temas peliagudos y respecto de los cuales yo quería guardar alguna evidencia, por si el hombre cambiaba de opinión y pudiera servirme ante un juicio, demanda judicial o ante un tercero que refrendara que yo tenía razón en lo que pudiera alegar frente a aquel, ante el cual guardaba algunas dudas más que razonables.
El hombre, no era honesto y a pesar de que mucha gente lo reconoce así, siempre ha contado con los medios para encontrar alguna persona que lo secunde o caiga redondita en sus malévolos planes en los que siempre sale ganando y en esta oportunidad, había encontrado en mí una contraparte.
Pero lo cierto es que necesitaba ciertos resguardos y si hubiera podido tener una cámara oculta o a un amigo de confianza detrás de una cortina escuchando, lo hubiera hecho, pero esto último es un medio harto precario e inhumano, pues nadie podría objetivamente permanecer largos minutos o tal vez horas escondido tras un paño sin cansarse ni ser descubierto.
Es una locura, pero fue una salida que analicé y la conversé con más de alguien, incluso ofrecí una recompensa, dentro de los pocos medios que yo puedo disponer para realizar tal cosa. No es que me falten recursos económicos, pero no estaba dispuesto a dar más que una pequeña recompensa, una propina, unas pocas monedas, lo que queda de un vuelto, lo que llevo en el bolsillo para no abundar mucho, a quien se sometiera a la extenuante vigilancia. Pero ahora que lo pienso, bien utilizado hubiese estado lo gastado con tal de tener a alguien, un testigo, un guardián, quien pudiera intervenir al primero de mis titubeos para cambiar las cosas que se producían y que me afectaban.
Finalmente, a falta de prospectos, uno de éstos me ofreció la pequeña grabadora que tengo en mis manos. Este artefacto, era nuevo y me aseguré de que las pilas así como el casete no fueran usados con anterioridad, de tal forma que no se produjeran problemas en la grabación y pudiera dar fe de que lo grabado fuera completamente exacto a lo que sucedía en el momento, al menos en términos de audio.
No obstante, cuando retrocedí la cinta y la eché a andar no esperaba encontrar lo que oí. En síntesis, no esperaba que pudiera ser tan susceptible(había pensado en imbécil, pero aún en los peores momentos uno no puede ser tan despectivo con uno mismo) y mi amigo tan extravagantemente sinvergüenza, aun cuando esta es la explicación más fácil para definir lo que se desprende de la conversación que escuché.
En primer lugar, mi voz era diferente a lo que yo pienso que es el sonido que desprenden mi boca, mis cuerdas vocales, mi ser, sí mi ser completo, porque de alguna manera la voz debe estar ligada a algo más profundo, no puede ser que sea sólo una manifestación ondulatoria, sino que debe reflejar un estado del alma, reflejar la genética y así como hay una quiromancia, iriología o tantas ciencias que van desde lo minúsculo a lo mayor, debe existir una ciencia, arte o como quiera llamársela que de cuenta de la inteligencia, de la tendencia, de la personalidad, que le corresponde a quien detenta un particular sonido, conocido como voz y que es tan propio como una huella digital, aun cuando a veces nos confundamos y pensemos inmediatamente en alguien conocido al oír una particular entonación. Pero esto hay que aclararlo, aun cuando encontremos al mejor de los imitadores al poco de escucharlo sabemos que su voz no corresponde a la de la persona que pensábamos en un primer momento. Pero cuántas personas soñaron al escuchar la imitación, la voz, cuántos pensaron en aquel o aquella que ya no está, soñaron con que había regresado para caer luego en cuenta de que su imaginación les jugaba una mala pasada o que no existen suficientes posibilidades de cambio en este mundo tan lleno y no hay más que acostumbrarse a que se repliquen las voces de personas diferentes.
Bien, mi voz era ciertamente la de otra persona. Era algo chillona, débil, titubeante, entrecortada, ahogada por saliva incontenible, por un nerviosismo que me hacía toser, carraspear y manifestaciones que aparecen en momentos de duda
La de mi socio, tampoco lo era. De eso no cabía duda alguna. Aun cuando distinguía en forma inequívoca su verborrea, su tono de barítono, aplomo, seguridad y hasta podía observar el humo que emanaba de su pipa.
Si hubiera sido posible utilizar una maravilla electrónica para determinar las voces en función de frecuencias, no me cabe la menor dudad que los altos y bajos no se hubieran ajustado más de lo que se unen los polos opuestos de un imán.
Mis preguntas, (porque a pesar de no identificarme como yo mismo, ¿a quien más podía adjudicarle la voz?), mis respuestas, todo parecía ajustarse a un plan, planeado por ambos y donde yo parecía dar razones, fórmulas para ser yo mismo engañado.
De alguna forma, aceptaba la trampa que me preparara mi socio, de la cual él saldría ganador, porque quien más que yo podría saber tanto de mi, de mis cosas, de mi pensar, mis costumbres, conoce mis bienes, claves secretas y tantas cuestiones como para preparar un golpe ganador.
Ahí estaba mi voz, aceptando las reglas del juego, de tal forma que mi socio se sirviera de todos los datos que le entregaba para preparar la estafa.
En verdad resulta poco menos que angustiante ver cómo uno mismo es parte de su propia decadencia, cómo es capaz de meterse en tales problemas, por falta de carácter, por apresuramiento, por soledad, porque la corriente de la vida te lleva a una situación en la que te manejas como una pequeña brizna, sometido a las inclemencias e incapaz de salir por cuenta propia. En resumen un idiota sin posibilidad ninguna de ser extraordinario, de gobernarte y gobernar a los demás, no importando si eres bueno o malo.
Si mi voz no estaba ahí, si mi nombre no era nombrado por ninguno de los conferenciantes, prácticamente no tenía pruebas que incriminaran a mi socio y si a alguien dijera que se trataba de una entrevista entre yo y mi socio, aun cuando aceptaran que se trataba de mi voz, dirían que yo preparaba mi propia trampa, que yo dí pie para que la estafa se produjera, que en todo di mi consentimiento y cuando yo decía que firmáramos el contrato, en blanco, tal como él lo pedía, no había formas de culparlo, sino únicamente de que me culparan de engaño a mí mismo, lo cual es peor que otro te engañe.
Por lo demás, alguien acostumbrado a engañar a otros, no hace otra cosa que seguir su impulso vital, de demostrar su fuerza, mientras que quien es engañado no puede sino ir por la vida quejándose, no porque le disguste el engaño o tenga valores altos, sino porque no posee la capacidad que el otro tiene.
Bueno, está demás decir que parecía que todo no hubiera ocurrido y que lo que escuchaba no fuera más que una posibilidad y ahora no me quedaba sino aceptar que las cosas se habían producido como lo oía en el microcasete, lo cual es superior al recuerdo, pues a éste se lo puede modificar, sublimar y hacerle los recortes necesarios para que se conforme a lo que queremos.
Así, un día llamé a mi socio.
Hola, habla Estay, le dije, necesito hablar contigo,. Con quien, me dijo, no reconozco la voz, me quiere decir si habla alguien por parte de él, me envía un mensaje o qué. No, le dije, soy yo, en persona o debiera decir en voz, pero necesito conversar sobre nuestros negocios.
Justamente, me dijo, no tengo ningún problema de conversar sobre nuestros negocios, pero es preciso que Estay se acerque, que sea él en persona quien converse conmigo y no una voz que no reconozco, ¿está seguro que habla con la persona correcta?.
Mi amigo era muy inteligente y sabía cómo manejar sus asuntos y artimañas para desbaratar cualquier intento de ser apresado y puesto en evidencia.
Sabes donde vivo, me dijo. No, le contesté, porque en realidad no sabía su dirección.
Por mi parte, si no conozco a quien me habla poco puedo saber de su dirección. Pero si estuviste en mi casa, le repliqué. Acá tengo una grabación que prueba que estuviste aquí hace tres días, cuando hablamos de nuestros negocios.
Hace tres días estaba fuera del país y por lo tanto, a no ser que también tú lo hubieses estado y hubiera tocado la casualidad de que nos viéramos en la misma parte del mundo veo difícil que nos hubiéramos comunicado.
A ver cómo conseguiste mi teléfono. Lo encontré en una libreta, hojeando, pensando éste es, este no.
O sea, abriste una página cualquiera y elegiste un número al azar y dio la casualidad que pudiste comunicarte con quien deseabas hacerlo.
Justamente, le dije, ocurrió casi de esa manera. No recordaba en absoluto el número y entre todas las posibilidades de conversión que tenía el que marqué el que me pareció más indicado.
Bien entonces, si pudiste hacer eso, podrás venir a mi casa. Sale a caminar y entre todas las casas de la ciudad elegirás una en la cual me encontrarás. No veo que ello sea más difícil de hacer, que lo que comentaste. Las posibilidades, si bien pueden ser mayores, son posibilidades y si acertaste en una cualidad no veo porqué no puedas hacerla en otra cualquiera.
Bien, nos vemos, le dije.
Me puse un chaquetón y salí a caminar. Tenía que encontrar a mi socio y no podía sino llevar mi pequeña grabadora portátil y es de esperar que esta vez no me jugara una mala pasada.

Texto agregado el 16-10-2019, y leído por 103 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
25-10-2019 ¡agüita con el socio! Tu cuento es una mini novela. Haces un despliegue descripciones, casi puedo escuchar tu voz chillona (la que no es tuya) Cuando escribiste a tu socio, sentí que me faltaba más de él. Y claro, como es tu costumbre, esa era la sorpresa final, que no me esperaba. Había que imaginar a ese sinvergüenza. Van 5* para ese personaje que por querer pasarse de listo, se pasó dd menso jajaja. Antonela80
 
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