7:10 de la mañana, una luz cegadora entró por una rendija de la pared, abrí los ojos lentamente y observé que no estaba acostado en mi acogedora cama, el techo de dos aguas de lámina sólida tampoco correspondía a mi casa. Adormilado aún poco a poco voy despertando, a mi memoria llega el recuerdo de la caminata de la noche anterior, y todo lo que tuvimos que hacer para llegar a este anhelado refugio alpino del Teyotl ubicado a una altura de 4,520 msnm.
Me levanto sigilosamente para no despertar al resto de montañistas que está en este mismo resguardo, abrí lentamente la vieja y pesada puerta de madera del refugio, el rechinido hace despertar a un par de "huéspedes" que aún permanecen descansando, tras salir la cerré de inmediato. Ya afuera soplaba un aire frío matutino abrumador que pegaba sin compasión alguna en la cara, pero no es impedimento para poder estirar todo el cuerpo y “acomodar” los músculos después de una noche no muy cómoda.
En esos momentos sale otro escuálido montañista, nos saludamos, coincide conmigo en la hermosura que observamos a nuestro alrededor, encuentra un resquicio de piedra que sobre sale del refugio y trata de sentarse en ella. Abre un maltratado libro que lleva en su mano izquierda, con la derecha trata de cubrirse el pecho con la deteriorada chamarra azul que no logra controlar debido al fuerte viento, deja entrever la portada, “Rayuela”. Su delgado dedo índice que fungía como separador indica que su lectura va a mitad de la obra.
- Buen libro, le dije.
- El día de hoy me ha servido de almohada. Ríe.
Sacude el libro como si se le hubieran impregnado bichos de la montaña. Y así quedó inmerso en su lectura por un buen tiempo. No lo quise distraer. Minutos después el viento se intensificó, no permitiendo que continuara con su lectura.
- Llevo meses leyéndolo, –me dice- cerrando el ejemplar.
- Lo mismo me pasó, lo terminé de leer en ocho meses.
- Me gusta la trama pero creo que Horacio Oliveira es un creído que no sabe valorar a la Maga.
- Son dos personajes distintos pero creo que hay en ellos una atracción secreta, pasional.
- Tal vez, pero sigue siendo un creído, mira que tratar de conquistar a su regreso de Buenos Aires a la mujer de su mejor amigo, eso no se hace.
Y así iniciamos una conversación que duró todo el trayecto de regreso. De este suceso sólo puedo agregar una cosa: Conocí a un lector alpinista que compartía el gusto por el mismo autor, y con la idea de seguir conociendo París de la mano de quien lo conoció a la perfección: Julio Cortázar.
Cabe la reflexión del autor cuando señala
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