Hurgando entre tantos papeles, cuadernos y libretas, como una caja de pandora brotaron a mis ojos tantos y tantos recuerdos.
Encontré un sobre que se apretujaba con una liga, con fotos muy antiguas en blanco y negro, algunas casi borrosas y por cierto amarillentas, después de encontrarse abandonadas por tantos años, sumidas en el olvido durante mucho tiempo.
Fui revisando una a una, donde todas relataban un acontecer de aquellos momentos. En una mi padre con su hermano, muchachos quinceañeros junto a sus padres; mis abuelos. Todos ya partieron de este mundo y solo me quedó impresa esta imagen en blanco y negro.
Así fui contemplando cada una de ellas, en algunas imaginando cada instante, pero de las más recientes las recordaba y así de vez en cuando sonreía, al recordar la historia que tras la imagen había capturado el tiempo.
Todo iba muy bien, sin ningún contra tiempo, hasta encontrarme con una con mis compañeros de estudios, era mi primer año de liceo.
Las preparatorias en aquellos tiempos eran de seis años, yo las hice en solo cuatro (Corrijo, solo tres), sin conocer el primero y el segundo, porque al ingresar a la escuela después de un breve examen, no recuerdo como quede de una vez en tercero. No salí muy contento, porque mi hermano menor que estaba en segundo, al finalizar el año por ser el primero del curso, se llevó como premio un libro con hojas muy brillantes y nuevo; Las historias de “Dick Turpin”, como olvidar si hasta envidia sentí, porque la suerte no estuvo de mi lado, dado que aún siendo yo el más aventajado, por un punto se llevó el primer puesto, el sobrino de mi maestra que también era mi compañero y se quedó en el primer lugar y yo sin recibir ningún premio.
Me encontraba muy disgustado y mi padre me cambió a otro colegio y al dar un nuevo examen una vez más me salte otro curso y ya estaba en Quinto para luego acabar el siguiente con el Sexto.
Tan sólo con 10 años ya estaba en primero de humanidades en el Liceo y nace el recuerdo de aquella foto entre mis dedos.
Todos muchachos mayores entre los 14 y 15 más o menos, algunos con incipiente barba y uno que otro con esa negrura que marcan a esa edad los nacientes bigotes negros. Todos muy etiquetados de terno y corbata rodeando para la foto al maestro, mientras yo me encontraba en medio y adelante por ser el más pequeño y para mi colmo, el único de pantalones cortos y una humita al cuello.
Fue un año inmemorable, porque todos me protegían y cuidaban, algunos con más esmero, no podía faltarme un lápiz o una regla, porque de inmediato al solicitar una, aparecían por docenas en mi puesto. Había pasado a ser la “mascota” aquel año, de todos mis compañeros.
Cuantas historias más habrá en mi maleta, mi caja de pandora y con tantos recuerdos. En la medida que vaya recordando cada una de ellas, las iré contando en su momento.