Una rara bicicleta y no hacía falta más para llegar a la luna, con una rueda gigante y otra muy pequeña, así era mi bicicleta. En el camino los duendes me acompañaban, uno de ellos el más viejo y gordo iba colgado en la parte de atrás Un vestido largo de satén blanco colgaba de mi cuerpo y el viento lo mecía de un lado a otro.
Tenía el cabello largo y mi rostro no tenia edad. En las nubes las gaviotas dormían y en las estrellas un coro de ángeles entonaba una dulce melodía de amor.
Un hada barría restos de estrellas multicolores que se encontraban en el camino con una escoba vieja y fea. La bruja se había cansado de ser mala, cerro su guarida y se hecho a descansar en un planeta oscuro y frio.
Las palomas enamoradas se besaban apasionadamente y el gato negro de la bruja ahora liberado de su maldad, jugaba feliz con un ovillo de lana en el planeta de la paz.
Un corazón herido naufragaba en el mar porque jamás lo habían amado y llegaba al planeta de los corazones rotos donde estaban los otros que lloraban por un amor.
Todo eso veía yo mientras los duendes continuaban marcándome el camino, hasta que finalmente fuimos llegando a un lugar donde solo existía el silencio y no se sentía ni el frio ni el calor Y así, lentamente fuimos ingresando a la luna.
Mi bicicleta fue descendiendo lentamente y sin hacer ruido alguno comencé a caminar. El lugar era de plata y al final de un sendero había un castillo y en una de sus ventanas se podía ver una mesa muy larga donde cenaban el rey y la reyna, cuya corona se podía observar que estaba cubierta de piedras preciosas, produciendo estrellitas multicolores que parecían danzar en su cabeza.
Un hermoso príncipe se encontraba en una fiesta rodeado de muchas personas. Caminó en lo alto mientras la gente lo observaba admirada, se detuvo al ver aquella misteriosa mujer, después bajo las escaleras y llegando a ella, dijo –Ven conmigo- No la conocía. Sin embargo ella si sabía de el. Salieron a caminar y al llegar a un rio azul, allí, sus labios se rosaron y entonces entendieron que no eran extraños.
Ahora la luna tiene risos dorados y sus labios se transforman en una dulce sonrisa.
Son pasajeros del tiempo. Ahora se encuentran en la luna y después quizás, será en otra vida. Siempre, donde quiera que estén se encontraran, no importa el tiempo que sea, no importa el lugar.
Habrá una señal, entonces, sabrán que allí estarán para amarse otra vez.
Todo esto veía yo aquel dia en que subí a mi bicicleta y comencé andar por el camino de mi imaginación.
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