La moneda se elevó rasgando el plano metafísico de la tarde impulsada por el legítimo deseo de definir el entuerto. Mientras el dorado objeto despedía en su vuelo destellos que eran engastes efímeros que regalaba al ocaso, el corazón de uno y otro se debatía en la mecánica azorada del sístole y diástole, desde cuyos ecos combatía cada cual su propia ansiedad.
La gravedad estiró su garra elástica para desalentar la verticalidad alada de la moneda y decretar el réquiem de ese impulso. En un instante, pareció detenerse y quedar suspendida en la invisibilidad de la atmósfera, en las expectativas y los asuntos, para desprenderse pronto de ese momento y regresar a las manos que la impulsaron como un recurso determinativo de rumbos, destinos, caminos que hollar.
Ya en la palma ávida, la moneda fue la sentencia y la certeza.
-Al sur. Nos vamos al sur.
Y ambos, ateridos, hambrientos pero con la aventura incrustada en sus venas, dirigieron sus pasos hacia lo que para otros era una osadía y para ellos, sólo rutina.

Saludos a todos.