Hola chicos, gracias por leer, si recomiendan la historia les agradecería.
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Era el mes de mayo y aún permanecía en Hawai, desde ahí controlé mi salud con los chequeos pertinentes, el criterio del doctor fue alentador y esto me emocionó, sin contar con que mi corazón se descontrolaba cuando veía a Roy.
En todo el tiempo que salí con él, a más de sentir una bonita amistad, entre nosotros se empezaba a cruzar la brecha del enamoramiento, esa etapa en la que te decides conocer a alguien, sus besos eran... ¡Dios!, decirte que eran increíbles queda pequeño a lo que me hacía sentir en cada encuentro.
Pero con él no pude avanzar a segunda base, mis miedos reprimidos estaban ahí, nunca se iban.
Esto empezó a aburrir a Roy, y sacaba su lado oscuro, diabólico, empezó a presionarme a que pasara la mayor parte con él, y me generaba miedo. Hasta que terminé lo que teníamos, lo que fuera que existió fue bonito mientras duró.
Lloré un poco, no lo niego. El que me animó fue Rex, a él nunca le cayó bien, siempre lo mordía cuando lo veía.
¿Señal? No lo sé.
Para el mes de junio decidí volver al estado de California, a mi hogar. Y las cosas volvieron a la rutina de siempre. Con este viaje sin duda sentí haberme quitado como 10 años de encima. Mi semblante era otro, me sentí como al principio de todo. Una extraña sensación.
Ya estábamos a mitad del 9no año y esa felicidad no venía a mí, lo intenté como siempre decía. Pensé por un momento que quizás ese era mi castigo, volver a la tierra para tenerlo todo y a la vez nada.
La mañana del 15 de julio del 2019, ocurrió lo peor, Rex enfermó y tuve que internarlo, por suerte no fue nada serio según el veterinario.
Regresé a la oficina para volver a triunfar en mis labores, como no podía faltar inicié derramando café sobre mi blusa y me quemé para variar. Sino fuera porque siempre tengo repuestos de ropa en la oficina el día hubiera sido un asco.
Hace tiempo que no decía estas palabras, pero me sentí bien diciéndolas.
Aquella mañana tenía la visita de dos posibles socios: uno del estado de Texas y otro de Maine. Las propuestas de ambos eran buenas pero mi decisión estuvo inclinada por Texas, debido a la extensión del país, mientras más grande la localidad mejor nos iba.
Maine, sin embargo, no estaba en mis planes de expansión.
El Ingeniero Tom Dikons, se reunió conmigo por alrededor de una hora. Un hombre de mediana edad tal como lo leí en los documentos que me hizo llegar. Tom era cafetero y tenía un mercado muy prometedor, a más de ser mi socio me presentaría a sus directivos para expandir el sistema y así conquistar más clientes.
Al oír aquello mi corazón de pronto se agitó, lo cual puso en alerta todos mis sentidos. Tom no tenía la pinta de ser soltero, tampoco tenía la cara que trato de no olvidar por las noches.
—¿Es usted soltero? —interrumpí de pronto. La pregunta pareció incomodarle o quizás sonó como una grosería, miró a su asistente de reojo que se reacomodaba desde su asiento para finalmente responderme.
—No Wendy, soy casado. Tengo dos hijas y tres nietos. No parece ¿verdad? —tosió antes de beber un sorbo de café.
—Ya veo, perdóneme si lo incomodé, pero como vamos a ser socios debía familiarizarme —dije rápidamente tomando más café y por segunda ocasión lo derramé sobre mi blusa.
Tom acudió a mi ayuda, pero no pudo impedirlo y ya con este espectáculo di por finalizada la entrevista porque ya no sabía dónde meter la cabeza de la vergüenza.
Mi siguiente entrevista debía estar para las 14h00. Miré mi reloj y daban las 13h40.
¡Fantástico! Veinte minutos para conseguir otra blusa.
Mientras salía de la oficina, avisé a mi asistente para que atendiera al extraño señor Walton si aparecía durante mi ausencia.
Me dirigí al baño principal, cerré el pestillo y me saqué la blusa para quitarle la mancha, refregué tanto que un botón salió volando pero no le di demasiada importancia cuando tenía enfrente una horrible mancha sobre aquella blusa blanca.
Para cuando me di cuenta el reloj dio las 14h15, por un momento llegué a pensar que el señor Walton no aparecería, su propuesta era buena pero no me convencía del todo. De hecho rogué mucho para que no se apareciera, rogué para que se diera cuenta que era muy complicado hacer negocios conmigo, rogué para que desistiera con el solo hecho de viajar 5219 kilómetros. Además no sabía mucho de él, no tenía empresa según leí en su propuesta pero tenía dinero. Seguramente era el hijo del padre millonario, el niño mantenido jugando a ser empresario. Tampoco tenía su foto, lo cual lo hacía aún más extraño e intimidante. No, no tenía que hacer negocios con un desconocido.
—Wendy —Ivana, mi asistente, corrió hacia mí—. El señor Walton está adentro esperando.
—Está bien —dije mientras miraba mi blusa manchada con un hueco en la parte de mi pecho—. Ayúdame con esto.
No sé de dónde sacó aguja para arreglarlo, pero agradecí enfáticamente.
—La entrevista no durará mucho, no lo aprete demasiado ya que después iré a casa.
—Está bien, pero trata de no levantar mucho los brazos —rogó mi asistente—. Se parece a mí por lo exagerada y perfeccionista.
Abrí la oficina y lo primero que vi fue al señor Walton mirando por la ventana y sentado en mi puesto de trabajo.
—Señor Walton —carraspeé para que notara mi presencia.
Finalmente se giró hacia mí con una perfecta sonrisa.
Era él.
No sabía si alucinaba, pero notó mi nerviosismo inmediatamente.
—Señorita Reynolds —dijo levantándose de mi silla—. Tiene una bonita vista desde aquí, por favor ocupe su lugar.
—Puede quedarse ahí, no hay problema —dije inmediatamente, ni yo misma sé por qué lo dije.
Bueno sí, traté de recrear el momento. Aunque las cosas no se estaban dando como lo imaginé, se suponía que yo entraba a su despacho, se suponía que tenía un computador conmigo. Seguramente estuve emocionada por tratar de asimilar a ese desconocido con el señor X, así le había puesto a mi supuesto esposo.
—Si usted me lo pide —sonrió nuevamente al sentarse—. ¿Cuénteme leyó mi propuesta?
—Perdón –contesté bajándome de aquella nube. ¡Concéntrate mujer!
—Pregunté si ha leído mi propuesta —volvió a decir.
—Lo hice, pero no estoy muy convencida de que usted sea la persona que estoy buscando.
—Lo soy, créame.
—¿Ah sí? —me emocioné por un momento.
—Claro soy el socio que su empresa necesita —respondió bajándome de mi ensueño—. ¿Acaso no vio mi capital? Es muy alto.
—No menciona cómo lo obtuvo, ni siquiera sé si son negocios limpios. No me muestra alguna empresa y para ser franca señor Walton no tengo pensado unirme muy lejos.
—No se preocupe, me han hablado de usted y sabía que no iba a ser tan fácil. Desconfía, es normal —dijo mientras sacaba un computador de su maleta.
¿De dónde apareció esa maleta?
—Yo tampoco soy de los que dan toda su información a la primera oportunidad, me gusta ir paso a paso. Ya sabe ser paciente es mi virtud.
Mmmm
—Ya —solté en voz alta—. Entonces convénzame de sus intenciones.
De pronto empezó a reír muy fuerte de...¿felicidad? o ¿se estaba burlando de mí?
—No tengo otra intención que la misma que usted.
Abrí los ojos y me reacomodé en el asiento.
—Me refiero a darle la primicia de tener un socio que merezca la pena y bueno yo también quiero tener una socia que aporte a mi vida...financiera.
De nuevo el escalofrío recorrió mi piel. Aquella conversación no iba por buen camino. Creí que era momento de rendirse, ya estaba acostumbrada a arruinarlo todo.
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Aquí Kahedi, volví con esta historia. Falta poquito para que finalice, gracias a todos por leerme.
Gracias por tus comentarios y por votar.
Me haces muy feliz.
Besotes
Kahedi
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