Como un ritual de cada mañana los ventanales de mi cuarto los abría.
Me quedaba mirando los suyos que estaban enfrente de los míos.
Los suyos tenían un pequeño balcón, por la que se asomaba como distraída.
Miraba de un lado a otro, para luego quedarse mirando hacia un horizonte fijo.
Entretanto con sus blancas manos jugaba con su pelo rubio casi albino.
Pasado unos minutos volvía su mirada hacia donde yo estaba
iluminando todo mi cuarto con sus bellos ojos celestes casi azules.
La muy pícara sabía, que estaba embobado observándola como todos los días
y sin antes de regresar a su cuarto, me regalaba una hermosa sonrisa.

Pasaron unos años y ya dejó el colegio, abandono su uniforme de colegiala y
su falda que imitaba los estilos escoceses, vestido de cuadros con listados
que ya no recuerdo si eran marrones o negros, pero no puedo olvidar
sus calcetines blancos y zapatos negros y su franela con la insignia del colegio, parecía una princesa sacada de algún cuento.

Fui muy cobarde en amores en aquellos tiempos, al intentar hablarle, se me hacía un nudo en la garganta y temblaba cuando estaba tan cerca de ella.

Como ya lo contara en otra ocasión, un amigo mas valiente que yo, la cautivo y la hizo su esposa.

Se derrumbaron todas mis ilusiones y derrotado me fui del barrio para tratar olvidarla.
Era ya muy tarde, su imagen me quedó gravada en los pliegues de mi alma y fundida con ese fuego que quema las entrañas y el corazón

Habían pasado muchos años y su figura casi fantasmal de mi mente había desaparecido.
Pero al ver su nombre gravado donde nadie quisiera ver el de los seres queridos.
En mi pecho sentí las garras que abrieron nuevamente las cicatrices de mi corazón, las cuales creía ya habían quedado en el olvido.
Hoy mirando hacia el cielo la busco entre los nubarrones que todo cubren,
esa estrellita de la que fue mí adorada princesa de adolescencia, que se mezcló con sus ojos celestes en ese azul casi negro del cielo tan profundo.


PD.- paciencia...... paciencia.....paciencia