Inicio / Cuenteros Locales / larsencito / La ciruela de Proust
Ayer compré unas ciruelas en Mercadona. Todas eran idénticas: rojas, enormes, brillantes, sin mácula: la perfección hecha ciruela. Un mordisco y toda esa belleza se convertía en profunda decepción: su carne amarilla, de textura y dureza homogénea, era totalmente insípida. Tanto sabor faltaba allí que te obligaba a mirar y remirar esa ciruela sospechosa que sujetabas en la mano para comprobar que coño te estabas comiendo. Su hueso era diminuto. Mucha carne y poco hueso. Eran ciruelas bellísimas y todavía más eficientes si cabe, pero a alguien se le había olvidado echar el sabor.
Me acordé de las ciruelas de mi pueblo y mi infancia. Se llamaban ciruelas Claudias. Eran pequeñas, feas, más verdes que amarillas, de aspecto polvoriento y con un hueso enorme. Las primas pobres de las ciruelas de Mercadona, pero que parecían rellenas de miel.
Y pensé que los pueblos están vacíos y los Mercadonas están llenos, y que si nos gustan las ciruelas perfectas, insípidas y sin hueso es solo porque también nosotros nos creemos perfectos y eficientes; y, en realidad, somos muy insípidos y casi sin hueso. Nos han cambiado nuestro tesoro por cuentas de colores. Nos han robado nuestra parte dura que es donde guardábamos la memoria. Ahora no tendremos pueblo donde volver cuando ya no podamos con nuestros huesos.
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Texto agregado el 11-10-2019, y leído por 127
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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22-10-2019 |
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Muy bueno elbulon |
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11-10-2019 |
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Un cuento que fue ganando calidad conforme añadías palabras, para estallar con una crítica válida. Te felicito. peco |
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11-10-2019 |
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Está muy bien. guy |
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