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Lo coloqué un lunes por la tarde cerca de la ventana para que recibiera los rayos del sol. El miércoles ya tenía gruesas ramas en forma de brazos y hojas que caían como cabellos; estaba creciendo. El jueves abrió los ojos y no fue hasta el sábado que se decidió a hablar para decirme: “El conjuro a los dioses después de muchas generaciones acabó”. El domingo, Dafne, al sentirse libre del acoso eterno de Apolo, tomó uno de mis jeans y una playera y abandonó mi casa. |
Texto agregado el 29-05-2003, y leído por 208 visitantes. (0 votos)
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