Se acerca el 2 de noviembre, día de los fieles difuntos. Dedico a mi amigo el Dr. Héctor, que se ha retirado del “espectral arte de la escritura”, según sus propias palabras, la historia que me contó. ¿Será autobiográfico?
MAGDALENA
O POR QUÉ ME VOLVI CREYENTE
Hola amigos:
En este año de 2019, como ustedes saben soy un médico jubilado, de 79 años cerca de los 80. Ateo desde joven, nunca he creído en nada sobrenatural. Hasta…
Aunque retirado del ejercicio de la medicina, aún tengo antiguos clientes a los que no puedo negarles mis servicios.
Una fría noche de otoño me llamaron a una visita a domicilio. Me entretuve y cuando me retiré, eran cerca de las 3 de la madrugada, había oscuridad completa, pues estaba en un barrio pobre sin luz. En una lámpara descompuesta, vi con sorpresa a una joven que lloraba. Detuve el automóvil por una extraña compasión, con el peligro de que me saliera un “padrote” y me acomodara una chinga de padre nuestro y señor mío, además de robarme el carro. Por fortuna nada de esto pasó.
Ofrecí a la joven llevarla a su casa, lo que aceptó. Me dirigió a un lugar cercano donde encontré un portón derrumbado y me detuve en una pequeña construcción. Entramos en el lugar y me llevé la sorpresa de mi vida, ella, de una belleza deslumbrante se quitó el camisón, quedó con su anatomía al natural. Yo, aunque viejo, me vi acometido de rijosidad lujuriosa y con rapidez me quite mi ropa, excepto los calcetines.
Soy un caballero a la antigua, así que no les contaré lo que hicimos (que ni el kamasutra), quedé exhausto y me adorada cariñosa me dijo: “descansa y duerme”.
Desperté por el frio, ya que estaba desnudo sobre una loza de mármol, era de día, y por pequeños vitrales entraba luz. Por andar de cachondo no me había dado cuenta que estaba en una cripta mortuoria y la loza, que cubría una tumba, tenía la siguiente inscripción:
MAGDALENA S.
1940 – 1958
Recuerdo con amor a mi adorada hija.
Con el alma en un hilo, me vestí con premura y salí hecho madre, por fortuna mi carro Jetta me esperaba como siempre, no sé cómo llegué a mi casa.
Ahora estoy con un dilema existencial y veo 3 caminos:
1.- Por mi profesión, debía visitar a un psiquiatra y contarle lo que pasó.
2.- Seguir los consejos de mi difunta mamacita: comprar una imagen religiosa (de preferencia de San Juan Diego, ya que es el santo más desocupado y puede hacerme caso) y en las noches ponerle una veladora, o:
3.- Hacerme pendejo, (cosa que no me es difícil, ya que mi cara me ayuda) y no salir en las noches.
Amigos: les pido un favor. ¿Qué hago?
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