Es un poco tarde, pero en el silencio habitual unos susurros se sienten.
Son las vecinas, una de al lado y la otra del frente, que están intercambiando las novedades del día, como siempre.
Los ladridos de los perros también se hacen presentes.
Angustiados por atrapar a ese gato negro de ojos brillantes, que brinca por los linderos de las casas riéndose de cada uno de ellos, como siempre.
Después de un largo rato, un silencio total nuevamente esta latente.
La Luna esta en cuarto menguante y algunos nubarrones dejan escapar algunas estrellas que comienzan a brillar haciéndose presentes.
Como a esta edad el sueño también tarda en llegar, hace divagar nuestros pensamientos en mil cosas diferentes.
Recuerdo aquellos años, que al llegar a mi casa me derrumbaba en mi cama y perdía el conocimiento y al repicar al alba el despertador,
me daban ganas de aplastarlo contra el suelo.
Ahora todo es distinto, hasta mi reloj se ha salvado de mi odio cuando me electrizaba su ring ring tan estridente.
Como nos cambia la vida cuando pasan los años y la mesura, la tranquilidad nos llega a nuestras vidas y la mente nuevamente.
Algo mas juiciosos si se quiere, pero lo más importante, una experiencia que la juventud no entiende; que se amasija, que se amasa y estira
para luego como el orfebre, se estructura, todo como una obra de arte en nuestra mente.
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