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Ecos en el Cerro

I Parte

A las 9 de la mañana, ya estaba brincándome la cerca, que está a la par de una chanchera, que funciona como entrada al potrero, por donde uno sube hacia Pico Alto, por su ladera Norte, esto por la ruta de Calle Lajas en San Antonio de Escazú.

¡ Qué paisaje tan hermoso ! Una imponente ladera verdosa, alegre, acariciada por el viento, sumamente empinada, rodeada de bosque allá al Oeste, y al Este, casi teniendo en la palma de la mano, por efecto de la perspectiva, la ciudad de San José, Heredia, Cartago. Todo bajo un despejado cielo azul infinito.

Mi objetivo ese día, era llegar hasta la cima de Pico Alto, y bajar hacia Bebedero, pero antes, quería acampar un rato en un clarito que hay en la ladera Noroeste del cerro. Es indescriptiblemente místico y relajante, dormir un rato en las montañas, sobre las laderas de estos maravillosos tesoros de la Naturaleza.

Cuando llevaba como 15 metros después de brincar la cerca, volví a ver para atrás, y vi a una señora. Me dió la impresión de una campesinita, que estaba al otro lado, creí que no había nadie, pero pensé que seguro estaba haciendo labores, dentro de una casita de madera que está ahí, donde amarran chanchos y ganado, y seguro al escucharme, salió a ver quién era. La vi pequeñita, de cabello blanco, con delantal, un poco jorobadita, muy mayor, y tenía algo como un pañuelo que cubría su cabecita. La saludé:

-¡ Hola señora buenos días ! ¿Cómo está ?

- ¡ Ave María gracia plena ! Ilustre joven, a dónde se dirije usté ?

- Voy para Pico Alto, a la cima del cerro.

- ¡ Los tres dulcísimos nombres ! ¿ Y a dónde es eso ?

- Es aquí directo, subiendo después de este potrero, es el cerro más alto después de Rabo e' Mico.

- ¡ Santísima Trenidá ! ¿ Qué son esos lugares ?

A mi ya me estaba pareciendo rarillo, la forma de hablar de la señora, o que tal vez no estaba en sus cinco sentidos, a pesar que la vi muy respetuosa y lúcida en sus respuestas.

- Son las áreas protegidas de los Cerros de Escazú... -Le contesté.

- ¡ Adió ! ¡ Achará ! Si hubiera sabido que viene de Itscatzú, le hubiera encargado unos reales en candelas, esque se me están acabando, y un saco e' gangoche, pa' guardar unos zapallos.

- Mmm, ya. Señora, y..¿ Cómo se llama usted ?

- Engracia, para servile ilustre joven.

- Bueno doña Engracia, fue un placer conocerla, hasta lueguito.

- Tatica Dios lo acompañe m'hijito, y las Ánimas Benditas, le ayuden en su camino, no escatime pedirles por cualquier infortunio.

-Muchas gracias doña Engracia, hasta lueguito.- Le contesté con verdadero aprecio.

Y así avancé para adentrarme, hacia la alta montaña, y a la distancia, volví a ver a la ancianita, y la vi, entre un poco de zacate que rodea el portón y la cerca, mirándome aún, como una triste abuela mira partir a un nieto.

Lo que me esperaba más adelante en ese día, sólo podría suceder, en los maravillosos Cerros de Escazú...

II Parte

Como me sucede siempre que subo a estas montañas, me gusta ir tocando las grandes rocas, observarlas, acostarme sobre ellas, abrazar los centenarios árboles de cedro que aún sobreviven, a veces, hasta hablar con ellos, respirar el aire puro que rodea la vegetación, mirar el cielo azul, ver insectos y pájaros que sólo aquí se ven, maravillarme, de los vestigios de erupciones volcánicas, que aún se pueden observar por ciertos sectores de estos cerros, tesoros de un remoto tiempo. Toda ese ritual, de catársis de contemplación de la Naturaleza, me hace gastar varias horas en mis caminatas.

En el camino, iba recordando la singular manera de hablar de doña Engracia. Me parecía que seguro era una ancianita muy devota y religiosa, por su forma de contestar, invocando aquí y allá que el Ave María, que La Trinidad, y algo de que pidiera ayuda si la ocupaba a las... ¿ Benditas Ánimas ? O ¿ Ánimas Benditas ? En fin, es lo mismo, me dije para mis adentros.

Cuando llegué finalmente al claro, un rinconcito plano en medio de la ladera del cerro Pico Alto, armé la pequeña tienda de campaña que llevaba en mi equipo de montaña, sencilla, pero muy fácil de montar y desarmar. Eran las 2 pm, por lo que calculé, que podría acostarme al menos dos o tres horas. Comí una merienda, me hidraté, contemplé un rato allá la ciudad a lo lejos, unas nubes ocultaban el Sol, pero no había amenaza de lluvia. Pronto me entró un cansancio pesado, una deliciosa somnolencia, por lo que ordené todo, me encerré en la tienda, me abrigué, y en poco tiempo, me dormí.

No creo que haya burla más ingrata para la razón, que despertarse en medio de la montaña, al filo de la medianoche, con un frío que roe hasta los huesos, desorientado, anonadado. Así fue como desperté, y por única luz, tenía una pequeña linterna de llavero, y una brújula con reloj. ¡ Eran las 11:58 pm !

Abrí la tienda, y miré para donde se supone que deberían estar Escazú, y a lo lejos, San José, Cartago, etc , y lo único que vi, fueron unas muy tenues luces amarillas, aquí y allá, dispersas, ¡ Como si no existiese la avanzada iluminación artificial de la ciudad ! Supuse que habría algún apagón a nivel nacional.

De pronto, quise correr hacia Bebedero, pero la vegetación estaba muy espesa, era como si hubiese crecido en pocas horas, rodeando mi tienda y tapando el sendero habitual. En este punto, ya estaba aterrado, atrapado en medio de una espesura, el cielo negro nublado, y con una linterna que apenas alumbraba a un metro de distancia.

Comencé a orar un Padre Nuestro, y recordé lo que me dijo doña Engracia... "las Ánimas Benditas, le ayuden en su camino, no escatime pedirles por cualquier infortunio..." Y así, simplemente dije, mientras temblaba de frío y miedo: " ¡ Benditas Ánimas, ayúdenme !

Un murmullo lejano, melodioso y lento, llegó a mis oídos, parecía venir desde montaña arriba, bajando hacia el lugar en que yo estaba. En medio de mi terror y desorientación, ¡ Reconocí la voz de doña Engracia ! que como en una devota letanía proclamaba:

" Dios te salve, María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús ".

Seguida de un murmullo, como de varias voces que coreaban al unísono:

" Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén ".

Casi descompuesto, sudoroso de terror, al escuchar como un rezo en medio de la inmensa montaña, rodeado de una obscuridad total afuera, me encerré en mi tienda de campaña.

Pero cada vez escuchaba más cerca, y más cerca esa letanía, en la voz senil de doña Engracia, y el murmullo que le contestaba, y logré ver, a través de lo trasluciente de la tienda, unas luces como de velas, que me rodearon afuera, en círculo, recuerdo que eran como quince, y entre la letanía y murmullos, cada vez más y más fuertes, se iban apagando esas velas, una a una... entre letanía y murmullo...una a una...y llegué a un estado de pavor, sintiendo que me desmayaba, pero logré ver la última vela encendida, acercándose más, y a través de lo traslúcido de la tienda, reconocí la cara de una ancianita que me sonreía, con algo puesto como un pañuelo en la cabeza, que me decía mientras iba desvaneciéndome: "Tatica Dios le acompañe, m 'hijito"...

Me desperté, tranquilo, relajado, eran apenas las 4:30 p.m. El cielo estaba un poco nublado. Levanté la tienda, y retomé mi camino. Las dos horas que había dormido, me renovaron las fuerzas. Bajé por los empinados potreros de Bebedero, viendo allá en la distancia, el cantón de Escazú, y así recuerdo maravillado este hermoso paseo, donde lo único extraño que rememoro, fue ver a aquella campesinita jovial, doña Engracia, al comienzo de mi jornada en Calle Lajas.

Texto agregado el 25-09-2019, y leído por 81 visitantes. (2 votos)


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