Cuando nació, su padre ya sabía que él tenía un don. No sabía cual era, pero se notaba mas sabio que las demás personas.
En su niñez, su capacidad de aprendizaje se adaptó a solo lo que a él le interesaba, dejó el colegio y se hizo amigo de las plantas.
Su amistad con ellas amprendió un escalar infinito, las amaba, las conocía y las cuidaba, llegó a conocer tanto de plantas que toda la ciudad hablaba de él. Llegaban a su casa pidiendo medicinas naturales para cualquier problema, cosa que a él le gustaba, pues le gustaba ser conocído y trabajar con sus amigas.
En poco tiempo, ya lo bautizaban el rey vegetal, desde todas las comarcas viajaban para verlo, se comentaba que era el mejor médico que existía, aunque sin estudios, asesinaba cualquier mal, cualquier dolor o cualquier enfermedad. Era sin dudas la persona mas conocída despues del rey.
El dia de las fiestas, cuando él se encontraba saludando a sus pacientes, un niño se acercó y le preguntó si tenía alguna cura para un desconocído mal que acechaba a su aldea, era un mal que se asentaba en lo huesos y los desgastaba, llenaba la nariz de mucosa sin dejarla respirar.
Él le respondió que no había problema, que cualquier otro día haga el esfuerzo de ir a su hogar con algo de dinero y le dería la cura.
Aunque el niño tenía demaciadas preguntas para hacer como: ¿por que cobra tan caro? o ¿sus medicinas son orientales?, se retiró del lugar sin hacerlas.
Al día siguiente, el pequeño se acercó a la posada del curandero y golpeó a su puerta. El curandero abrió y reconocío al chico. Le preguntó por su viaje, si había sido duro o no. El chico asintió con la cabeza y mostró las palmas en posición de mendigo.
-Aquí tienes-le dijo- ésto necesitan tus compañeros. Y contento el niño se fué corriendo con una bolsita de Refrianex e Ibupirac Flex hacia su hogar.