Las palabras visten y arropan los pensamientos a la medida, les otorgan textura y color y son la argamasa maleable que busca el rasgo, el gesto, la sinceridad, el alma y su fuerza. Quien escribe es un herrero, un tatuador, un picapedrero o un artesano que crea exquisitas joyas. Se escribe de manera rústica o engarzando las frases con elegancia, lo primordial es el mensaje o el no mensaje, la sutileza o lo rubicundo, escritura que se eleva de manera sutil y que a veces pareciera ser inalcanzable o la que alterna con nuestras pisadas, la que grita en el muro su diatriba y su condena. Escribir es la otra forma de respirar y ese ejercicio puede ser fatigoso o arriado en los picos de aves migratorias.
Escribe el hombre justo y también el criminal, escribe el que usufructúa de los más sabios y se viste con lo ajeno, escribe el que sólo le da luz a sus humildes pensamientos y si bien su vuelo puede ser rasante, el intento lo ennoblece.
Para finalizar y como parece obvio, todo es susceptible de escribirse, pero cada cual lo hará utilizando su propio estilo, estampando en cada frase sus huellas digitales, tal quehacer nos identificará, la posterior lectura nos sentenciará.
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