Reflexiones seniles y torpes de la vida.
Estoy algo confundido, no sé si serán los años, que ya son muchos y lo senil me está enredando mis sentimientos; solo sé que hay un verdadero lío entre mis recuerdos, la realidad actual y todo se me ha transformado en un amasijo evocando mi pasado mis pensamientos.
Ya han pasado muchos y no se cual fue el primero. Los de infancia los puedo identificar sin tropiezo. Que felices aquellos días sin responsabilidades ni riesgos.
Los de mi adolescencia, incomparables aquellos de mis primeros romances y la dulce entrega a todo y sin remordimientos.
De ahí en adelante comienza los remolinos y sucesos, como una nebulosa donde cada día es como un relámpago en que apenas puedo capturar alguna imagen para el recuerdo.
Estoy algo cansado y el peso de los años, son como una mochila cargada de piedras y cemento, que me han encorvado la espalda y “caray” como lo acusan mis tendones y mis huesos.
Mis hijos ya no están, crecieron y volaron a formar sus propios nidos, así es la vida y lo acepto sin rencores y remordimientos.
Mi viejita y yo nos hemos quedado solos, nuestra casa que parecía tan pequeña hoy se ve tan grande y todo en su sitio como un viejo cuadro que el polvo de los años lo ha ido cubriendo.
Vive la vida y disfruta tus hijos, nos aconsejó una vecina hace muchos años, que ya ni me acuerdo ni de su nombre, porque ya no está ni ella, ni su perro ni su gato ni el jardín que cuidaba con tanta pasión en aquel entonces.
La riqueza de la vida, experiencia después de tantos años acumulada en nuestra mente, ni siquiera quedará guardada en un baúl y olvidada en un ático o en un sótano para el recuerdo de nuestros herederos.
Es el final de la vida y hay que aceptarlo porque pasaremos a pérdida total; así lo dicta el tiempo.