Esta de madrugada me he detenido a observar la Luna, está llena; no es Luna nueva, Luna Vieja ni cuarto menguante ni cuarto creciente, nada de eso, está llena y mostrando la misma cara de siempre y coincidiendo con el equinoccio de la primavera después de un crudo invierno.
Pero su semblante no cambia, siempre pálida con algunos dibujos de acuarela con nubarrones grises casi negros, como si un pintor hastiado de la vida le lanzó unos brochazos para acabar con su tedio.
Así está la Luna, pálida y triste mirándonos y observando cómo destruimos lo nuestro. Como advirtiendo a lo que llegaremos sino recapacitamos y revertimos todo a tiempo.
Ya no podrá influir en las bellas marejadas bajas o altas porque el clima lo hemos vuelto siniestro.
Ya no podremos contemplarla con la pasión que la miraban nuestros viejos poetas y enamorados que la dedicaban con tanta emoción y sentimientos.
La Luna esta pálida como los muertos. Se ha perdido su imagen entre tanto nubarrones negros
Que tétrico será el mañana con dos Lunas blancas sin aliento, dos cadáveres que seguirán transitando por el Universo.