- estás listo, no? - le decía Javier a Martín, cuando a las 23 hs de aquel 2 de septiembre lo pasaba a buscar por su casa.
- Si, hagámoslo!!!!- respondió Martín, haciendo referencia más a una frase de publicidad que a su propio convencimiento de llevar a cabo aquel robo.
En esa frase o más bien en esa desición, veía contrariada todos los valores que había aprendido y le habían inculcado sus padres, sobre todo su madre recientemente fallecida, que con el ejemplo de trabajo y amor, había llevado adelante aquella familia.
Martín trabajaba en una agencia de viajes de turismo, que debido a la última crisis del país, lo habían despedido hace 3 meses. A partir de ese evento comenzó su debacle, ya que entró en una depresión que hizo que fuera imposible seguir viviendo en su casa con su familia. Apareció el alcohol, la bronca y la angustia con el mismo, que se fue trasladando a su esposa e hijos. Martín, en poco más de 3 meses, no solo se había quedado sin trabajo, sino también sin familia.
A eso de las 23 30 hs de ese martes, llegaron junto a Javier, a la dirección pautada con una caja de herramientas. Y para Martín era su primer robo, por lo cual se le mezclaban sensaciones encontradas, miedo, excitación, duda, y la imagen de su mamá con enseñanzas de vida. Ella se le aparecía en su mente con una frase cada vez que agarraba la masa y golpeaba la pared que lo separaba de su objetivo, la agencia de turismo.
Javier, que estaba a su lado, intentaba darle palabras de aliento y de seguridad.
- dale que es un trabajo sencillo y fácil. En dos horas estamos afuera con la guita. Vos conoces el lugar.- le repetía Javier, viendo su cara de miedo.
En eso, los golpes cada vez tenían menos resistencia de aquel ladrillo. Y en el último golpe, Martín se queda anonadado. Con ese golpe rompe la pared y se ve la luz que lo comunica con la agencia. Era cuestión de minutos que pudieran terminar el Boquete para entrar.
Martín, mira por ese pequeño agujero, como si fuera la mirilla de su casa cuando tocaban el timbre y ve lo que fue su escritorio. Cómo si fuera un tsunami, le llueven recuerdos de lo bien que la pasaba. De los chistes y las charlas con Marta su compañera de trabajo. De como ese reloj, marcaba la hora de salida y lo feliz que estaba.
- te pasa algo Martín? Dale, agarra la masa que ya terminamos. - le decía Javier, sin gritos pero con vos firme.
Martín, que se había tirado para atrás, se acerca nuevamente a ese haz de luz que conectaba la pared y se pone a mirar nuevamente. En este caso, no estaba su escritorio, ni ese reloj, simplemente y para su mayor atención, estaba en su cocina donde Vanina estaba preparando la comida, mientras Nicolás, su hijo de 5 años, pintaba en la mesa. En el dibujo se podía ver a una pareja que caminaban con su hijo. Cuando Vanina se da vuelta para poner los platos, estaba con los ojos llorosos que al ver el dibujo de su hijo, no puede aguantar y corre al baño rápidamente a llorar.
- que haces? Pero qué carajo haces?- le decía Javier a Martín, mientras él tiraba las herramientas en el piso y salía corriendo
- no puedo!!!! - no puedo!!!!- gritaba Martín con voz entrecortada.
Ahí cuando llego a su casa, tiró el vino que había comprado, se tiró a dormir en un mar de lágrimas por su familia y por lo que el estuvo a punto de hacer. Se acordó de todo lo feliz que eran junto a Vanina y Nicolás cómo también lo que su mamá lo había ayudado y enseñado en cada instante de su vida.
Hoy, tres años después, volvió a trabajar en la agencia de turismo y da charlas de superación en granjas y hogares para adictos. Hoy está feliz de poder disfrutar de ver crecer a Nicolás junto con Vanina.