Autor: Incrédulo
Hola amigos:
Les voy a contar por qué no estudié para sacerdote, a pesar de tener la vocación, del catolicismo de mi familia y de que estuve en el seminario hasta la prepa, pero, mi defecto es que no me gustaban las viejas, puras jovencitas y bonitas.
Un compañero mío de la prepa, el padre Anselmo, en una noche de copas: vino de consagrar (no piensen otra cosa), me contó una triste anécdota.
Rosalinda, hermosa muchacha en flor fue a confesar sus pecados:
—Padre, me acuso que pequé con mi novio.
Este principio despertó el interés del joven sacerdote, que aún el monstruo de la lujuria hacía presa en él.
—A ver, cuéntame sin temor:
—Mi novio que es muy guapo y atrevido, me desabrochó mi blusa.
—¿Y luego?
—Me quitó el brasier, se agasajó con mis pechos: me los palpó, acarició, me los chupó, me los estrujó, en fin, estuvo un buen rato con ellos.
—¿Y luego? —con ansiedad preguntó el curita, con la cara enrojecida y sudorosa.
—Me desabotonó la falda —la chica en este instante se quedó callada.
—¿Y luego?
—Y luego, llegó mi mamá y ya no pasó nada.
—¡Vieja metiche!, —exclamó un frustrado confesor.
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