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Eran las 3 de la mañana, a lo lejos se escuchaban los ecos de una noche bohemia. Las madrugadas de diciembre eran frías y siempre cargadas de nostalgia. Apenas tenía un par de horas que me había ido a la cama, las ganas de orinar me obligaron a levantarme.

Con los ojos entre cerrados empuje la puerta de mi cuarto, nunca me gustó dormir con la puerta totalmente cerrada, así mi gato Ninja podía empujarla para entrar y salir. El piso estaba helado, por el sueño que tenía ni siquiera me detuve a buscar calzado. El baño estaba a pocos pasos de la puerta de mi cuarto.

La puerta del baño estaba cerrada, la perrilla de la puerta estaba helada, la toque con el antebrazo cuando empuje la puerta mientras entraba de puntitas al baño. Por un momento dude si prendía o no la luz del baño, porque no estaba tan oscuro pues la luz del callejón entraba tímidamente por la ventanilla del baño.

Si prendía la luz se me podría espantar el sueño y yo quería regresar a la cama lo más pronto posible. Me bajé el pantalón para poder orinar y al final decidí prender la luz que estaba aún lado del marco de la puerta.

Prendí la luz y abrí mis ojos arriesgándome a poder espantarme el sueño. Cuando la luz inundo el baño lo que vi me resultó chocante, era algo difícil de creer. Sentí una escalofriante sensación, como cuando sorprenden a los gatos. Se me erizó la piel y perdí el aliento. Traté de convencerme que estaba soñando, me negué a la realidad.

Lo que estaba frente a mis ojos era increíble, como sacado de una película de terror. No pude moverme, tenía mi pantalón abajo, la boca abierta y mis ojos por salirse de su órbita por aquella incredulidad.

Vivía solo, siempre soñé con vivir sin compañía, ya que en mi niñez compartía cuarto con mis 7 hermanos. Además de mis papas vivían mi abuelita y una tía. Todos en una casa de pequeña de 3 cuartos.

Ahí estaba sentado en el retrete algo que parecía humano, pero no lo era, pero estaba ahí viéndome, con los ojos rojos, completamente rojos. Emanaba un olor familiar, era como una mezcla de césped y goma de mascar, su cuerpo lucía como si hubiera sido volteado, como que tenía la piel por dentro y lo de adentro estaba expuesto. No sé ni cómo explicarlo.

De nueva cuenta creí que estaba soñando, la cosa del baño entre abrió su boca, y parecía dispuesto a decir unas palabras, el tiempo no existía, parecía que se había congelado. En realidad, habían pasado solo un par de segundos, pero en mi cabeza era una eternidad. No tenía cuello, ni cintura, solo notabas sus extremidades, su cabeza era pequeña, no diminuta, pero no era proporcional a su cuerpo. Sus brazos no parecían brazos, eran como colas de lagartijas, pero del tamaño de una de esas serpientes de las amazonas, un par de serpientes rojas y viscosas.

Y justo antes de que surgiera algún sonido de aquella fosa oscura que asemejaba una boca, entró mi gato volando por la ventana, siempre deambulaba por los tejados de los vecinos, era un gato angora de color negro. El hecho de ver a mi gato aparecer así de repente hizo que, el tiempo que parecía detenido, se reiniciara de golpe. Como cuando el viejo televisor que teníamos cuando era niño dejaba de funcionar y lo golpeábamos fuerte para que la imagen regresara, así sentí que volvió el alma a mi cuerpo.

Entonces pude inhalar aire fuertemente hasta llenar por completo mis pulmones y al mismo tiempo aquel torrente dorado e incontrolable fluía como una cascada caliente y espumosa. En una fracción de segundo, la cosa del baño fue bañada abundantemente por la secreción amarillenta de mi vejiga. Se levantó abruptamente, como cuando en las películas de terror les caía agua bendita a los vampiros, y salió volando por la ventanilla en la que acababa de aterrizar mi gato; parecía un ser invertebrado, que gemía agonizante.

Quedamos Ninja y yo viéndonos el uno al otro, después de la traumática escena, al final me pareció gracioso. Quise reír, pero en mi garganta tenia atorado ese sollozo previo al llanto. Jamás volví a saber de la cosa del baño, pero el aroma a césped y goma de mascar se quedó para siempre. Y desde entonces, cuando las ganas de ir al baño me despiertan por la madrugada me tranquiliza saber que conozco la debilidad de este ente corpóreo, y creo que la cosa del baño también lo sabe pues no se atrevió a regresar jamás. Espero que no regrese cuando tenga más años y mi próstata no funcione igual.


Texto agregado el 10-09-2019, y leído por 121 visitantes. (1 voto)


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