Hoy mis certezas son un nudo en mi garganta, un dolor del alma ahogado en un consiente corazón roto.
Miedo, el miedo me acompaña como amigo, como hermano, como parte de mi alma dicotómica.
El miedo, es repetición, y me molesta en el pecho y garganta, repito y repito, y allá en el horizonte de los laberintos de mi mente, encuentro armas, de vibraciones pasadas, recursivas, espiralisticas, circulares, que avanzan en aquellas formas helicoidales de mi esencia, de mi ADN.
Ya no quiero vivir recursivamente, el miedo es control de la incertidumbre, pero solo el vacío y la nada, la puerta de millones de dimensiones, que son posibilidades, son las que quiero recorrer, tirarme y soltar amarras de las certezas que son cadenas que se sienten apremiantes, cadenas al rojo vivo que me mantienen atado solo mirando al horizonte, sin poder probar y perderme fuera de los limites de mi autopoiesis, imposible, pero en lo imposible he comprendido que se vive, suelta el dolor, el miedo, la angustia, la envidia, el odio, el rencor, y la alegría, también la alegría si es que nace de lo viejo; olores y crepúsculos enmarañados que me quieren mantener, como las moscas en dulces trampas mortales.
No se como vencerlo, pero si algo el miedo me ha entregado, es perseverancia, y por el mismo veneno busco la cura. Ya no hay mas vuelta, salgo del capullo, tomo mi destino, entregado, salto al mar por la tabla de un barco navegante que nadie recuerda. Solo recíbeme, muerto o vivo, distinto del que era.
Que mi tumba yo la vea en esta vida, que las mortajas se desvanezcan a primera hora, en la primera de una helada primavera. Que la valentía se asome como un barco asoma en el horizonte de un náufrago triste y olvidado.
Que sea lo que sea, pero que no sea más como era.