Nunca vi un hombre pozo como tú, hombre pozo, sí, hombre pozo. Amándome hasta las vísceras pero acallándolas, encimentándose entero.
Mas sufro, dónde está entonces el guiño, la mirada, la sonrisa, el alma. Tal vez en el ovillo de tu sacrificio, que a mí me inmola más. Busco una palabra en el diccionario de la comprensión y no puedo hallarla. Me voy entonces a implorarle a Dios un permiso para ti, voy a contarle que me amaste a deshoras tantas veces. Tarda, Dios también tarda un poco, me deja como una letra en este logaritmo.
Ya solo me queda la litografía que una vez vi tallando a un artesano y en una piedra grabo la estampa de la impaciencia.